sábado, 4 de abril de 2015

UNIDAD II. LOS METODOS. 1° SOCRATES. TEXTO DE SZTANJNSZRAJBER: LA REFUTACION.

UNIDAD II. LOS METODOS.
El que quiere ser filósofo necesitará hacerse como un niño pequeño: admirarse.

Para Platón la primera virtud del filósofo es admirarse. Ese asombro debe convertirse en pregunta, es decir, capacidad para problematizar.

SOCRATES: LA MAYÉUTICA.



Sócrates es en realidad el primer filósofo que nos habla de su método. Sócrates nos cuenta como filosofa.


Su método es la mayéutica: interrogación y pregunta.

41. EL MÉTODO SOCRÁTICO: LA REFUTACIÓN. (¿Para qué sirve la filosofía? D. Szrajnszrajber)

Hacer filosofía es en gran parte un ejercicio de refutación. Cuando Sócrates se enfrenta a sus contrincantes, dialoga minuciosamente con ellos e intenta derribar uno a uno sus argumentos. Este juego con las palabras supone todo el reglamento propio del lenguaje con sus diferentes normativas y sus incorrecciones. En definitiva, las batallas dialécticas suponen el funcionamiento de todo un sistema de reglas que definen quién está venciendo y quién perdiendo, aunque muchas veces la realidad queda de lado. Claro que Sócrates, supuestamente, se distinguía de los sofistas porque todo ese dispositivo argumentativo estaba solamente destinado al hallazgo de la verdad. Y por eso hay un aspecto en la labor socrática puramente disolvente, cuyo objetivo no es otro que desenmascarar la pretensión de monopolio de la verdad por parte de los que ostentan ser los dueños del saber de la época.


Desenmascarar en nombre de la verdad puede ser una manera de repetir la misma impostura que se está cuestionando. Por eso hay un aspecto del quehacer filosófico que se concentra únicamente en tomar los argumentos de los que afirman una supuesta certeza, para ir viendo sus posibles contradicciones y sus posibles absurdos. ¿Qué es el amor? (¿Por qué ni bien un beso me descoloca ya empezamos a hablar del amor?) ¿Es un impulso sexual? ¿Una reacción química? ¿Una dimensión de trascendencia? ¿Un retazo del amor de Dios al mundo? ¿Una manera de sobrevivir? Cualquiera de estas respuestas que podamos dar por ejemplo a esta pregunta, podrá ser seguramente refutada. Como puede ser refutada cualquier respuesta en la medida en que todo lo que decimos no es más que una posible interpretación o construcción discursiva entre muchas otras. Obviamente algunas correrán con mayor ventaja, pero aun en estos casos, siempre se puede vislumbrar el horizonte de otro paradigma o plano o perspectiva desde el cual articular una posible refutación. Si contesto la pregunta por el amor desde la ciencia, se la puede refutar desde la religión. Si contesto la pregunta por el amor desde el arte, se la puede refutar desde la psicología. El problema es que no hay un espacio de convergencia común que pueda dar una respuesta unívoca. Pero la cuestión mayor es que, lo haya o no lo haya, los que siempre hay, sin personajes, fuerzas, clases, que hablan en nombre de ese unívoco. Si alguien conoce la verdad, entonces todo el resto de las afirmaciones que se dicen son claramente falsedades con cierto poder de convencimiento. Y si la verdad no existe, entonces a la inversa, el deber de la filosofía es ejercer una resistencia a través de la sospecha y la refutación permanente de aquellos que se apropian de ella para sojuzgar al resto de las interpretaciones posibles.

Refutar no es más que encontrar argumentos que derrumban el argumento del otro. Pero no es tan simple. Se podría refutar desde el autoritarismo que, aunque parezca una broma, muchas veces se aplica, en especial por haberse borroneado bastante la línea que separa al que tiene autoridad del que es autoritario. Este último necesita negar la voz del otro, simplemente prohibiendo sus argumentos en nombre de cierta naturalidad jerárquica del tipo: “te faltan años de estudio”, o “de este tema vos no sabés nada”, o bien, “los jóvenes no tienen experiencia”, o bien, “tenés que haber pasado por la experiencia para opinar”. Este tipo de refutación no tiene validez pedagógica, que es lo que persigue Sócrates porque no genera en el refutado ningún acto de aprendizaje. En todo caso, podría asumir su supuesta inferioridad. Sacar su cuaderno de notas, anotar la información que le brindan y aprendérsela de memoria. En la refutación, sin embargo, se busca otra cosa. Por eso es directa. Se la lleva con ironía, palabra griega que significa “disimulo”, casi como un rodeo, donde lo que se busca es que aquel que cree saber, implote contra sí mismo haciendo estallar su conocimiento seguro en mil pedazos. Para ello resulta más que necesario la utilización de la ironía en un sentido amplio; esto es, como un camino por el cual en un diálogo vamos llevando al futuro refutado a que por sí mismo vaya haciendo consciente sus propios errores, o en todo caso sus propias zonas ambiguas. A través de preguntas capciosas y debates que no parecen tener que ver con lo que se está directamente discutiendo, es posible llevar al interlocutor a que incurra en flagante contradicción o posiciones absurdas. Y en ese momento, en ese proceso, va sintiendo el desmoronamiento de sus preconceptos casi sumido en una vergüenza pedagógica, ya que comprende por sí mismo el origen de su equivocación, o bien podríamos decir que asume sus argumentos pueden verse tirados abajo por cualquier dispositivo argumentativo que sepa encontrar los aires y fisuras que toda afirmación posee. En ese único momento se produce la catarsis, un insight, la purga de todo “error”, el sacarse de encima aquellos saberes infundados a partir de los cuales se asentaban la supuesta superioridad de conocimientos. Se asume que no sabemos nada.

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