domingo, 12 de abril de 2015

EL MÉTODO DE DESCARTES: LA DUDA.

EL MÉTODO DE DESCARTES: LA DUDA.


Descartes comienza el Discurso del método diciendo:

La facultad de juzgar bien y de distinguir lo verdadero de lo ¡falso, que es propiamente lo que llamamos ‘buen sentido’ o ‘razón’, es por naturaleza igual en todos los hombres; por lo tanto,
la diversidad de nuestras opiniones no procede de que unos sean más racionales que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por caminos distintos, y no consideramos las mismas cosas. No basta, ciertamente, tener un buen entendimiento: lo principal es aplicarlo bien”.
La cuestión que Descartes se plantea es la construcción de un método que permita aplicar bien el “buen sentido” o “razón” que todos los hombres poseemos “por naturaleza”, o dicho de otro modo, método que nos permita “dirigir” bien nuestra facultad de conocimiento y aumentar nuestro saber.


El método ha de ser, pues, un “conjunto de reglas”, fáciles de usar y que permitan aplicar bien nuestro “buen sentido” o “razón”, haciendo que se acreciente/progrese nuestro conocimiento con el descubrimiento de nuevas verdades.

Nuestra razón (=buen sentido) es capaz por sí misma de distinguir lo verdadero de lo
falso, sin embargo hay factores exteriores a ella (como una educación equivocada o las pasiones que asaltan el alma o la impaciencia por conseguir un resultado, etc.) que perturban su juicio y la llevan a cometer errores (= a tomar por verdadero lo que es falso). De ahí que sea necesaria la existencia de algunas reglas de acuerdo con las cuales guiar/aplicar las dos operaciones básicas de nuestra razón o entendimiento: la intuición y la deducción.

- Por intuición Descartes entiende una actividad puramente racional en virtud de la cual conocemos de modo inmediato (=sin necesidad de razonamiento alguno) la verdad de una proposición; verdad que se nos presenta con tal evidencia que no deja lugar a duda alguna.

- Por deducción, toda inferencia o razonamiento demostrativo en virtud del cual llegamos a concluir alguna verdad a partir de otras verdades ya conocidas.
El método cartesiano está inspirado en el que utilizan las matemáticas, que toman
como punto de partida axiomas evidentes para ir deduciendo teoremas.

En la 2ª parte del Discurso expone Descartes las 4 reglas del método:

1ª) Regla de la evidencia: no se debe aceptar como verdadera afirmación alguna cuya verdad no pueda ser intuída con absoluta evidencia. Dicho de otro modo: sólo hay que admitir como verdaderas aquellas afirmaciones que nuestro pensamiento intuye con tal claridad y distinción que no es posible dudar de ellas en absoluto.

2ª) Regla del análisis: hay que descomponer toda afirmación compleja (=no evidente) en tantas afirmaciones simples como sea necesario para intuir su evidencia.

3ª) Regla de la síntesis: hay que volver a unir mediante alguna cadena de deducciones las afirmaciones simples obtenidas tras el análisis, para conocer la relación lógica que las une en la afirmación compleja.
4ª) Regla de la enumeración: y, por último, hay que comprobar constantemente los pasos dados en el análisis y en la síntesis con el fin de estar seguros de no haber cometido ningún error en ellos.

Son cuatro reglas que persiguen un mismo objetivo: darnos la certeza (=seguridad racional) de que toda investigación científica o filosófica que las utilice alcanzará la verdad por difícil y compleja que pueda parecer. Así pues, nuestro conocimiento de la realidad ha de ser construído deductivamente a partir de ciertas ideas o principios evidentes. Tal método toma como ejemplo o modelo el que utilizan las matemáticas (partir únicamente de axiomas, que son verdades primeras y evidentes, para ir deduciendo de ellos teoremas).
Tal y como aconseja la 1ª regla no hay que admitir como verdadera ninguna afirmación
que no sea evidente, por eso Descartes comienza su filosofía con la duda.
La regla de la evidencia exige aplicar la duda metódicamente, es decir, dudar de todos aquellos conocimientos que poseemos y que no son evidentes. La búsqueda de alguna verdad evidente sobre la que levantar la filosofía, significa, pues, dudar de todos aquellos conocimientos que no sean intuídos con claridad y distinción:

1) Primero hay que dudar de todos aquellos conocimientos que poseemos a través de los
sentidos, pues éstos nos engañan muy a menudo y no es descabellado pensar que en realidad nos engañan constantemente.

2) Que los sentidos sean engañosos permite dudar de que las cosas sean en realidad tal y como las percibimos sensiblemente, pero no permite dudar de que las cosas sean reales, es decir,que existan fuera de mi mente que las percibe. En este punto, Descartes introduce un segundo motivo de duda: cuando soñamos, los objetos soñados se presentan con tanta viveza que los tomamos por reales, y sólo al despertar descubrimos que no existen fuera de nuestra mente soñadora. Del mismo modo, dice Descartes, pudiera ocurrir que nos estemos engañando al creer que las cosas que perciben nuestros sentidos existan realmente fuera de la conciencia; por tanto
no es del todo evidente que este mundo percibido por los sentidos exista en realidad, pues bien pudiera ser un simple sueño nuestro que sólo existe dentro de la conciencia.

3) Ahora bien, que no podamos saber con evidencia si nuestros conocimientos se
refieren a una realidad objetiva existente fuera de nuestro pensamiento o si son solamente algo que no existe más allá de nuestra subjetividad, no permite dudar de la verdad de ciertas ideas matemáticas cuya evidencia no depende de si realmente existe o no el mundo que nos muestran los sentidos, ni de si tiene las cualidades que los sentidos nos muestran. Verdades matemáticas como, por ejemplo, que los tres ángulos de un triángulo suman 180º, parecen absolutamente evidentes con independencia de si estamos despiertos o dormidos. Aquí Descartes introduce un
tercer y último motivo de duda: “Tal vez exista algún genio maligno de extremado
poder e inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error”. Esta hipótesis del “genio maligno” le permite a Descartes extender la duda sobre todos nuestros conocimientos, incluso sobre aquellos que parecen más verdaderos, como son los de las matemáticas, pues viene a decir que, tal vez, nuestro entendimiento es de tal naturaleza que siempre se equivoca cuando cree haber alcanzado alguna verdad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario