miércoles, 3 de agosto de 2022

LAS CIENCIAS FORMALES Y FÁCTICAS. MÉTODO. LEYES. TEORÍAS.



 

CLASIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS

1.       FORMALES

 LÓGICA

MATEMÁTICAS

ARITMÉTICA

GEOMETRÍA

ÁLGEBRA

ESTADÍSTICA

 

2.       EMPÍRICAS

NATURALES

ASTRONOMÍA

FÍSICA

QUÍMICA

GEOGRAFÍA FÍSICA

GEOLOGÍA

BIOLOGÍA

SOCIALES O HUMANAS

PSICOLOGÍA

SOCIOLOGÍA

ECONOMÍA

HISTORIA

GEOGRAFÍA HUMANA

ANTROPOLOGÍA

3.       APLICADAS

INGENIERÍA

ARQUITECTURA

FARMACIA

MEDICINA

 


 

 

 


Las ciencias formales son aquellas cuyos enunciados no dicen nada sobre los hechos observables y, por lo tanto, la verdad de sus conclusiones depende únicamente de la corrección del uso de la deducción. El punto de partida se llama axioma (verdades evidentes que no necesitan demostración). Son necesarios además símbolos y reglas que deben ser definidos para operar dentro del sistema.

Las ciencias empíricas son aquellas que se refieren a hechos del mundo observable. Tratan de explicar los hechos y establecer leyes y teorías que permitan predecir. A las ciencias empíricas se las divide en naturales y humanas.

 

EL MÉTODO EN LAS CIENCIAS.

El método es un camino. La provisionalidad es una virtud propia del método científico para producir conocimientos parciales, aproximaciones que deben ser constantemente reanalizadas.

Las ciencias utilizan conceptos, hipótesis, leyes y teorías. Los principales métodos utilizados son: axiomático, inductivo, hipotético deductivo, hermenéutico.

Concepto: términos que forman parte del vocabulario de las ciencias. El concepto científico es aquel definido de forma tal que tiene un uso específico en cada ciencia. Por medio de los conceptos cada ciencia define su propio lenguaje. Así los conceptos adquieren sentido dentro de un contexto.

Hipótesis: cuando se tiene un problema es necesario sugerir alguna solución. Si estas sugerencias son formuladas en forma de proposiciones se considera que se estableció una hipótesis, la cual es una respuesta provisional a un determinado problema.

Leyes: son hipótesis demostradas. Pueden predecir comportamientos futuros y junto con otras leyes forman teorías.

Teorías: es un marco desde el que se interpreta la realidad.

FORMULACIÓN DE HIPÓTESIS.

Características de la hipótesis:

1.       Debe dar una respuesta al problema.

2.       Debe ser posible que se deriven de ella consecuencias, si se cumplen las consecuencias, será válida.

3.       Debe permitir previsiones o predecir comportamientos aun no observados.

4.       Debe ser siempre lo más simple posible desde el punto de vista sistemática para explicar el mayor número de casos posibles.

 

Ejemplo histórico:

PROBLEMA: por qué la tasa de mortalidad era tan alta en las mujeres parturientas de la 1° dicisión de maternidad del hospital general de Viena (Dr. Semmelweis 1818-1865)

HIPÓTESIS: puede ser debida a la “materia infecciosa” proveniente de las autopsias, presentes en manos de los doctores que las examinaban.

CONSECUENCIAS: si se lavan las manos con cal clorurada disminuirá. Se hizo así y la tasa disminuyó.

PREVISIONES: la mortalidad debería ser más baja en la 2° división porque no eran revisadas por portadores de “materia infecciosa”. SE comprobó que así era.

SIMPLICIDAD: el doctor descartó otras hipótesis más complejas cuya contrastación resultaba muy difícil y optó por la presentada

 MÉTODOS. CLASIFICACION DE LAS CIENCIAS. TEXTOS

 

TEXTO 1: El método científico es un rasgo característico de las ciencias, tanto de la pura como la de la aplicada: donde no hay método científico no hay ciencia. Pero no es infalible ni autosuficiente. El método científico es falible: puede perfeccionarse mediante la estimación de los resultados a los que lleva y mediante el análisis directo. Tampoco es autosuficiente: no puede operar en un vacío de conocimiento, sino que requiere algún conocimiento previo que pueda luego reajustarse y elaborarse; y tiene que complementarse mediante métodos especiales adaptados a las peculiaridades de cada tema.

M Bunge. La investigación científica

 

TEXTO 2: Las disciplinas científicas se caracterizan, entre otras cosas, por el uso de un vocabulario específico, de ciertas palabras y expresiones que no son del acervo común de los lenguajes comúnmente hablados, sino que son introducidas especialmente en un contexto científico. El sentido de tales términos no puede ser apresado plenamente si no se tiene un conocimiento mínimo de la disciplina en la que aparecen. No nos referimos a expresiones procedentes del lenguaje matemático puro (expresiones aritméticas, geométricas, algebraicas por ejemplo), sino términos que tienen, o pretenden tener, una referencia a la realidad empírica, pero cuyo manejo adecuado es muy difícil, cuando no imposible, para personas que no estén suficientemente entrenadas en la disciplina en la que aparecen. Ejemplos de tales términos o expresiones, característicos de distintas disciplinas científicas, son: “fotón”, “spin”, “campo electromagnético”, “entropía”, “momento angular”, “ion”, “placa tectónica”, “gen”, “reflejo condicionado”, plusvalía”, “juego de suma cero”. Alguno de ellos ha hecho ya su entrada en el lenguaje común no científico, como es el caso de “entropía”, “reflejo condicionado” o “plusvalía”, pero, incluso en esos casos, su uso por parte de los hablantes no especializados suele ser metafórico, inseguro; en definitiva, el hablante normal es consciente de no ser capaz de usarlos con la misma soltura y propiedad con las que usa los términos usuales de su vida cotidiana, como “agua”, “árbol”, “montana”, “casa”, etc.

C. Ulises Moulines. La ciencia y su desarrollo

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TEXTO 3: Una ley científica es una hipótesis de una determinada clase, a saber: una hipótesis confirmada de la que se supone que refleja un esquema objetivo. La posición central de las leyes de la ciencia se reconoce al decir que el objetivo capital de la investigación científica es el descubrimiento de esquemas o estructuras. Las leyes condensan nuestro conocimiento de lo actual y lo posible; si son profundas, llegarán cerca de las esencias. En todo caso, las teorías unifican leyes, y por medio de las teorías –que son tejidos de leyes- entendemos y prevemos los acontecimientos.

M. Bunge. La investigación científica.

 

TEXTO 4: Para poder analizar la naturaleza del universo, y poder discutir cuestiones tales como si ha habido un principio o si habrá un final, es necesario tener en claro lo que es una teoría científica. Consideraremos aquí un punto de vista ingenuo, en el que una teoría es simplemente un modelo del universo, o de una parte de él, y un conjunto de reglas que relacionan las magnitudes del modelo con las observaciones que realizamos. Esto sólo existe en nuestras mentes, y no tiene ninguna otra realidad (…) Una teoría es una buena teoría siempre que satisfaga dos requisitos: debe describir con precisión un amplio conjunto de observaciones sobre la base de un modelo que contenga sólo unos pocos parámetros arbitrarios, y debe ser capaz de predecir positivamente los resultados de observaciones futuras.

RESPONDER EL SIGUIENTE CUESTIONARIO:

1)     Diferenciar las ciencias formales de las ciencias fácticas.

2)     ¿Por qué es necesario utilizar un método en la investigación científica?

3)     ¿cuál es el papel que juegan las hipótesis en las investigaciones?

4)     ¿qué diferencia hay entre una ley y una teoría?

5)     ¿qué significa la siguiente afirmación: “el método científico es falible”?

6)     ¿qué quiere decir cuando se dice que las disciplinas científicas usan “vocabulario específico”?

7)     ¿para qué las leyes formulan leyes y teorías?

8)     ¿Cuándo una teoría es considerada una “buena teoría”?

lunes, 4 de julio de 2022

El problema del conocimiento


 

FILOSOFÍA. PROF. PECORA.      EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

 

PARA REFLEXIONAR

 

De paso

Luis Eduardo Aute

Decir espera es un crimen
Decir mañana es igual que matar
Ayer de nada nos sirve
Las cicatrices
No ayudan a andar

Sólo morir permanece
Como la más inmutable razón
Vivir es un accidente
Un ejercicio
De gozo y dolor

Qué no, qué no
Que el pensamiento no puede tomar asiento

Que el pensamiento es estar
Siempre de paso
De paso, de paso
De paso

Quien pone reglas al juego
Se engaña si dice que es jugador
Lo que le mueve es el miedo
De que se sepa
Que nunca jugó

La ciencia es una estrategia
Es una forma de atar la verdad
Que es algo más que materia
Pues el misterio
Se oculta detrás

Hay demasiados profetas
Profesionales de la libertad
Que hacen del aire bandera
Pretexto inútil
Para respirar

En una noche infinita
Que va meciendo a este gran ataúd
Donde olvidamos que el día
Sólo es un punto
Un punto de luz

 

LUEGO DE LEER EL POEMA DE LUIS EDUARDO AUTE, RESPONDAN:

 

1.     ¿Qué noción de tiempo nos presenta?

2.     En relación a la noción de tiempo… ¿qué es el pensamiento para el autor?

3.     Según el poema, ¿podemos llegar a la verdad?

4.     ¿Qué es la vida? ¿Podemos llegar a la verdad en esta vida?

5.     ¿Cuál es la tarea de vivir?

 

EL VALOR DEL CONOCIMIENTO.

A través del conocimiento le vamos dando significado al mundo en que vivimos. En cada época se fueron develando aspectos del mundo y ocultándose otros. Podemos decir que en la antigüedad la forma más alta del conocimiento era la sabiduría entendida como un saber del mundo y un saber obrar. Consistía en la contemplación de un orden cósmico armónico que la inteligencia buscaba reflejar. Entonces la teoría era ver el mundo de un modo adecuado. Existía un punto de vista acertado sobra las cosas concedido al que accedía la sabiduría. Implicaba alcanzar una visión de la totalidad sin quedar atados a puntos de vistas parciales, porque la parcialidad era un error, visión incompleta. El ideal era el sabio, el que sabía ver y por eso podía obrar sensatamente. Él era el hombre virtuoso y sólo él podía decir qué era prudente. El conocimiento tenía aquí un efecto liberador de las ilusiones, de las falsas creencias, de la ignorancia. Por eso la vida del sabio era la vida feliz.

En la modernidad desaparece el ideal del sabio y es reemplazado por el del investigador. Esto se debe a que el conocimiento deja de ser un punto de vista acertado acerca de la realidad, deja de ser un saber esencial acerca del mundo. Pasa a ser conocimiento científico y su fin es determinar las leyes según las cuales funciona la naturaleza, para poder intervenir y producir las modificaciones que fuesen necesarias. No olvidemos que se construyen sobre la base de la ideología del progreso y del bienestar de la humanidad por el conocimiento. Habrán escuchado afirmaciones tales como “conocer es poder”, o “el conocimiento evita la manipulación”.

Hoy asistimos a la transformación del conocimiento en información. Ya no se trata de comprender el mundo ni de saber cómo funciona, sino más bien de ser operativos. La nueva figura es el administrador de la información u operador y su meta es la eficiencia. Se trata de saber disponer de la información, organizarla y distribuirla con el fin de optimizar la acción. El juego de la información consiste en saber acceder a un banco de datos para determinar qué y cómo hacerlo, pues cuanto mejor se organicen, mejor resultará la acción que de allí se derive. Por eso se habla hoy de un comportamiento económico del conocimiento, al punto que se liga la producción de la riqueza con el control de la información.

Como ven, el conocimiento ocupa un lugar central en nuestra vida como individuos y como la sociedad.

 

RESPONDAN:

1.     Leemos en el texto distintos períodos, ¿dónde ubicarías el conocimiento basado en los textos sagrados (Biblia, Corán, Talmud)?

2.     ¿En qué período ubicarías las redes sociales?

3.     ¿Qué tipo de información obtenemos a través de las redes sociales?

LEAMOS LA SIGUIENTE NOTA DE LA REVISTA FORBES MÉXICO.

Qué piensan los filósofos sobre las redes sociales

Rubén Vázquez https://www.forbes.com.mx/que-piensan-los-filosofos-sobre-las-redes-sociales/

Los que andamos en el ajetreo de las redes sociales, por lo general realizamos actividades que son muy pragmáticas. Es verdad que nuestra labor requiere de mucha creatividad, pero también lo es que siempre está enfocada a lograr los objetivos que el cliente persigue.

No obstante, el fenómeno de las redes sociales es mucho más complejo que una simple plataforma digital para conectar a individuos. En realidad, el hecho de que tantas personas estén hablando, intercambiando ideas, debatiendo y pensando juntas tiene efectos concretos sobre el mundo físico. Por ello no debemos olvidar que siempre es importante mantener un proceso de reflexión sobre todas las actividades de la comunicación digital y sus consecuencias en la sociedad que vivimos.

Por ello es importante conocer qué piensan los que piensan sobre las redes sociales y el mundo digital. Las posturas se mueven de un extremo a otro y son, incluso, contradictorias, pero, eso sí, muy enriquecedoras.

Por ejemplo, para Manuel Castells, uno de los sociólogos que más ha escrito sobre el tema digital y un referente obligado en la academia al hablar sobre comunicación digital, las redes sociales representan una oportunidad para el cambio social. Castells plantea que dichas plataformas pueden convertirse en una palanca del cambio social, pues pueden lograr que lo que parece imposible pueda lograrse a través de redes de comunicación y colaboración digitales.

Así, en su último libro Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet, Castells ubica a la web como un poderoso aliado de aquellos que de alguna manera se encuentran expuestos ante las redes de poder económico y político, dotándolos de la fuerza suficiente para concebir y concretar acciones de cambio social que fluyen desde el mundo digital hasta el mundo físico.

Caso opuesto es el de Noam Chomsky, lingüista de formación y una de las figuras clave de la izquierda estadounidense, pone en duda lo que Internet y las redes sociales han construido en las sociedades contemporáneas. Chomsky explica que, de alguna manera, la red crea una sensación equivocada de pertenencia y autonomía, pues al construir relaciones basadas en interacciones digitales, sólo se construye una falsa idea de amistad, superficial y limitada.

Además considera que la neutralidad de la red está puesta en duda, ya que empresas gigantescas como Google y Facebook recopilan grandes cantidades de datos sobre los individuos, que después utilizarán como parte de sus estrategias comerciales. Es tal la cantidad de información que recopilan, opina Chomsky, que está más allá de lo que cualquier gobierno puede recabar por sí mismo. Por ello la colaboración entre ambas entidades es común.

Zygmunt Bauman, filósofo de origen polaco y uno de los principales críticos de Internet y las redes sociales, ha señalado que el éxito de portales como Facebook se debe al temor de estar solo y ser rechazado. Señala, además, que Internet ha creado una doble vida, online y offline, cada una con sus propias características. En la vida online, la capacidad de escuchar, negociar y cohabitar con otros seres humanos se ve solucionada, pues no es necesario negociar, sino apretar botones.

Algo similar expresó Umberto Eco respecto a Internet, pues si bien considera que no se puede prescindir de él, sí crea una sensación de acompañamiento falsa. Además considera que la memoria artificial en línea puede crear muchas referencias falsas en la construcción del conocimiento, sobre todo en las generaciones más jóvenes.

Anthony Giddens tiene una visión menos fatalista sobre la red. Giddens, quien en su momento fue el principal teórico sobre la Tercera Vía (una política social que de alguna manera fusiona las posturas socialistas y capitalistas) y que le valió convertirse en uno de los asesores del ex primer ministro inglés Tony Blair, considera que Internet es en realidad uno de los fenómenos más grandes de comunicación que ha concebido al humanidad.

En ese sentido, la web reclama una responsabilidad total y absoluta por parte de los usuarios, ya que prácticamente cualquier individuo o Estado pueden vigilar a cualquier otra persona. Además señala que gracias a este proceso de comunicación global, de alguna manera el pasado ya no puede ser tomado como referencia para construir el futuro, pues los cambios se suceden de manera intempestiva y con rapidez.

Al final, Pierre Levy, filósofo de origen tunecino e investigador del ciberespacio, considera que la red y todas sus plataformas de comunicación e interacción representan una forma de incrementar la inteligencia y el conocimiento que tenemos sobre el mundo que nos rodea. La inteligencia colectiva, explica Levy, es la suma de la participación y reflexión de personas que trabajan de forma colaborativa sobre un tema específico. Impulsada por la aparición de Internet, la inteligencia colectiva representa un salto gigantesco en la forma de producir y compartir el conocimiento.

Sea cual sea la forma en la que veamos a Internet y las redes sociales, siempre es importante reflexionar sobre nuestro trabajo y los alcances que tiene. Comprender su impacto también parte de nuestra labor como community managers, pues nos permitirá tener un mejor fundamento de lo que hacemos y un mejor desempeño laboral. No todo es programar contenidos.

LUEGO DE LEER LA NOTA.

1.     Sintetiza las principales ideas de cada pensador.

2.     ¿Con cuál o cuáles de ellas estás de acuerdo? ¿por qué?

3.     ¿Qué relación tenés con las redes? ¿Cuáles usas?

4.     ¿Te informás a través de las redes?

5.     ¿Qué papel jugaron para vos las redes en época de pandemia?

QUÉ ES EL CONOCIMIENTO

La gnoseología o teoría del conocimiento es la disciplina filosófica que reflexiona acerca del conocimiento general. Se pregunta si es posible el conocimiento, cuáles son los límites del conocimiento, cuáles son los límites del conocimiento humano, cómo se relacionan experiencia y razón, cómo es posible pasar del conocimiento de lo particular y concreto al concepto, que es universal.

El conocimiento es una actividad que siempre involucra a alguien (sujeto) que conoce algo (objeto). El conocimiento es esa relación.

Se ha planteado como problema en todas las épocas y en cada una se ha acentuado o bien el papel del objeto, o bien el papel del sujeto que conoce; y se ha interpretado el vínculo entre ambos de manera diferente.

En la interpretación tradicional, el conocimiento es visto como una relación entre un sujeto cognoscente y un objeto por conocer, en el cual el primero busca aprehender el objeto. Pero en ese vínculo ambos están separados, se dice que son trascendentes uno respecto del otro. El objeto no se modifica en el acto de conocimiento, en cambio el sujeto sí, dado que incorpora las características del objeto.

En la interpretación moderna se acentúa el protagonismo del sujeto. El conocimiento se propone como una composición entre las estructuras cognoscitivas del sujeto y lo que aporta el objeto. O bien se lo plantea como una relación dialéctica en la que ambos se implican mutuamente, ya que a medida que se transforma el punto de vista del sujeto se transforma lo que el objeto muestra y por lo tanto la comprensión de éste.

En nuestra época, una de las posiciones más importantes acerca del conocimiento es la fenomenología.

El conocimiento es considerado como un fenómeno que se manifiesta en la experiencia. Se trata entonces de describir el fenómeno del conocimiento, buscando identificar los elementos que lo componen.

Hemos mencionado las posiciones generales en torno del conocimiento, y antes de conocer el desarrollo de esta cuestión a lo largo de la historia de la filosofía.

POSTURAS ANTE EL CONOCIMIENTO

ESCEPTICISMO

La palabra escepticismo proviene del verbo griego esképtomai, que significa vigilar, examinar cuidadosamente, no confiar en las aparentes certezas, dudar, no afirmar nada precipitadamente.

En la historia del pensamiento occidental aparece con Pirrón de Elis quien, según se cuanta, acompañó a Alejandro Magno en su conquista de Oriente (334-323 a.C).

La confrontación con los valores culturales de esos pueblos influyó tanto su manera de comprender la realidad, como la experiencia de observar la rapidez con que se podía destruir todo lo que hasta entonces había sido considerado indestructible.

De regreso a Elis, no fundó una escuela propiamente dicha, pero tuvo admiradores y seguidores que recogieron del maestro, sobre todo un modelo de vida. Pirrón no dejó nada escrito, pero, a través de sus discípulos, se sabe que consideraba que las cosas del mundo son inestables y que los sentidos y la razón no son capaces de alcanzar la verdad. La única actitud correcta que el hombre puede asumir es permanecer sin opinión, porque toda opinión ya es un juicio y no se puede afirmar ni negar nada con absoluta certeza.

Con Sexto Empírico, médico y filósofo griego de principios del siglo III d.C aparece la forma más radical del escepticismo: “Siempre que buscamos si el objeto es tal como nos aparece, concedemos que aparece. No ponemos en duda el fenómeno mismo. Así la miel nos parece dulce; lo admitimos porque tenemos la sensación de dulzor. No investigamos si la miel es dulce por esencia, porque esto no es un fenómeno sino un juicio sobre el sobre el fenómeno.”

Los escépticos no declaran la imposibilidad de alcanzar algún conocimiento verdadero porque ése sería un juicio afirmativo. Suspender el juicio es saber que toda supuesta verdad es sólo provisional, y que depende de las apariencias circunstanciales.

No olvidemos que una postura escéptica frente al conocimiento influirá en la actitud que un sujeto o una sociedad tenga ante la vida. En este sentido, el escepticismo tiene que ver con el descreimiento en las instituciones, la falta de confianza en un proyecto político, en la validez de los principios éticos incontrovertibles o en la posibilidad salvífica de un fundamento religioso.

 

RELATIVISMO

 

El relativismo es la postura que considera que no podemos conocer nada de manera absoluta: todas las llamadas verdades, todos los juicios emitidos, son relativas a los sujetos, a la época, a las circunstancias, a la cultura.

En la filosofía occidental, el relativismo tiene su primera expresión importante en Protágoras (s. V a.C) contemporáneo de Sócrates y amigo personal de Pericles, quien se llamó a sí mismo sofista. Según Platón, Protágoras afirmaba: “Yo digo que el hombre es la medida de lo que es y de lo que no es; que hay una inmensa diferencia entre un individuo y otro, precisamente porque para uno son y parecen ciertas cosas, para el otro otras (…)”.

Para el relativismo no hay verdades reconocidas por todos y esto determina, en el plano de la acción, la falta de criterios firmes para evaluar y elegir.

 

DOGMATISMO.

Con el tiempo, la palabra dogma fue variando su significación. Un dogma era, en principio, una opinión tenida como cierta. Hacía referencia a los juicios considerados verdaderos y sobre los que se podía construir una doctrina.

Posteriormente, la palabra dogma adquirió el carácter de verdad inamovible e incuestionable que se acepta, o bien como obvia o bien como principio de autoridad. En este último sentido, podemos hablar de una posición dogmática no sólo respecto de cuestiones religiosas sino también de cuestiones políticas o científicas.

En el interior de la actitud dogmática hay una resistencia al cambio que se manifiesta como tendencia a la repetición. Se sobrevalora el criterio de autoridad de la tradición como pauta de discernimiento entre los verdadero y los falso; se apela al papel legitimador de las costumbres y en especial de las buenas costumbres, sin cuestionar sus presupuestos.

Cuando en la reflexión acerca del conocimiento usamos la palabra dogmatismo nos referimos a la actitud de confianza en las verdades sostenidas, las cuales sirven de fundamento a un sistema de pensamiento, sin pasar por un examen crítico.

 

CRÍTICA.

El conocimiento requiere siempre una crítica, porque las cosas no suelen ser como parecen o como creíamos que eran. Consideramos como tal a la posición reflexiva que examina y evalúa el conocimiento. Se diferencia de la actitud natural o espontánea que todo lo da por obvio, el dogmatismo que, como vimos, considera ciertas afirmaciones como incuestionables y del escepticismo radical desde dónde ningún conocimiento es posible.

Comparte este último el ejercicio de la duda, el examen atento, pero con un fin diferente. Éste es el de lograr un conocimiento racionalmente fundamentado.

Sabemos que en el conocimiento siempre se ponen en juego prejuicios, ideologías y saberes previos, que si no se consideran dirigen el rumbo de lo que queremos saber.

La postura crítica implica, en un primer momento saber acerca de todas las determinaciones que nos afecta cuando queremos conocer. No se trata de creer que con esto lograremos eliminarla defectivamente, pero sí podemos manejarla. En un segundo momento, esta puesta en cuestión de los conocimientos desde una posición crítica nos conduce a la búsqueda de los fundamentos racionales que den cuenta de la verdad o falsedad de lo afirmado.

PARA REFLEXIONAR

1.     ¿Cuál de estas posturas te llama más la atención?

2.     ¿Con cuál te sentís más identificado y por qué?

3.     ¿Qué manifestaciones del escepticismo y del dogmatismo identicás en tu entorno y en tu escuela?

4.     ¿Cuáles son los riesgos de las posiciones escépticas a ultranza y cuáles los de las posiciones exageradamente dogmáticas?

 

 

 

 

 

 

lunes, 13 de junio de 2022

Historias que me cuento. Cortázar

HISTORIAS QUE ME CUENTO.

JULIO CORTÁZAR.


Me cuento historias cuando duermo solo, cuando la cama parece más grande de lo que es y más fría, pero también me las cuento cuando Niágara está ahí y se duerme antes que yo, se enrolla como un caracolito y se duerme entre murmullos complacientes, casi como si también ella se estuviera contando una historia. Más de una vez quisiera despertarla para saber cómo es su historia (solamente murmura ya dormida y eso no es ninguna manera una historia), pero Niágara vuelve siempre tan cansada del trabajo que no sería justo ni hermoso despertarla cuando acaba de dormirse y parece colmada, perdida en su caracolito perfumado y murmurante, de modo que la dejo dormir y me cuento historias, lo mismo que en los días que ella tiene horario nocturno y yo duermo solo en esa bruscamente enorme cama.

Las historias que me cuento son cualquier cosa pero casi siempre conmigo en el papel central, una especie de Walter Mitty porteño que se imagina en situaciones anómalas o estúpidas o de un intenso dramatismo muy trabajado para el que sigue la historia se divierta con el melodrama o la cursilería o el humor que deliberadamente le pone el que la cuenta. Porque Walter Mitty suele tener también su lado de Jekyll y Hyde, desde luego la literatura anglosajona ha hecho estragos en su inconsciente y las historias le nacen casi siempre librescas y como armadas para una imprenta igualmente imaginaria. La sola idea de escribir las historias que me cuento antes de dormirme me parece inconcebible por la mañana, y además un hombre tiene que tener sus lujos secretos, sus callados despilfarros, cosas que otros aprovecharían hasta sus últimas migajas. Y hay también la superstición, desde siempre me he dicho que si pusiera por escrito cualquiera de las historias que me cuento, esa historia sería la última por una razón que se me escapa pero que acaso tiene que ver con nociones de trasgresión o de castigo; entonces no, imposible imaginarse esperando el sueño junto a Niágara o solo pero sin poder contarme una historia, teniendo que imbecilmente numerar corderitos o todavía peor recordar mis jornadas cotidianas tan poco recordables.

Todo depende el humor del momento, porque nunca se me ocurriría elegir un cierto tipo de historia, apenas apago o apagamos la luz y entro en esa segunda y hermosa capa de negrura que me traen los párpados, la historia está ahí, un comienzo casi siempre incitante de la historia, puede ser una calle vacía con un auto que avanza desde muy lejos, o la cara de Marcelo Macías al enterarse de que lo han ascendido, cosa que hasta este momento inconcebible dada su incompetencia, o simplemente una palabra o un sonido que se repiten cinco o diez veces y de los cuales empieza a salir una primera imagen de la historia. A veces me asombra que después de un episodio que podría calificar de burocrático, la noche siguiente la historia sea erótica o deportiva; sin duda soy imaginativo, aunque eso se note solamente antes de dormirme, pero un repertorio tan imprevistamente variable y rico no termina de asombrarme. Dilia, por ejemplo, por qué tenía Dilia que aparecer en esa historia y precisamente en esa historia cuando Dilia no era una mujer que de alguna manera se prestara a una historia semejante; por qué Dilia.

Pero hace mucho que he decidido no preguntarme por qué Dilia o el Transiberiano o Muhammad Alí o cualquiera de los escenarios donde se instalan las historias que me cuento. Si me acuerdo de Dilia en este momento ya fuera de la historia es por otras cosas que también estuvieron y están fuera, por algo que ya no es historia y acaso por eso me obliga a hacer lo que no hubiera querido ni podido hacer con las historias que me cuento. En aquella historia (solo en la cama, Niágara volvería del hospital a las ocho de la mañana) corría un paisaje de montaña y una ruta que daban miedo, que obligaban a manejar con cuidado, los faros barriendo las siempre posibles trampas visuales de cada curva, solo y a medianoche en ese enorme camión de difícil manejo en un camino de cornisa. Ser camionero siempre me ha parecido un trabajo envidiable porque lo imagino como una de las más simples formas de la libertad, ir de un lado a otro en un camión que a la vez es una casa con su colchón para pasar la noche en una ruta arbolada, una lámpara para leer y latas de comida y cerveza, un transistor para escuchar jazz en un silencio perfecto, y además ese sentimiento de saberse ignorado por el resto del mundo, que nadie esté enterado de que hemos tomado esa ruta y no otra, tantas posibilidades y pueblos y aventuras de pasaje, incluso asaltos y accidentes en los que siempre se tiene la mejor parte como cabe a Walter Mitty.

Alguna vez me he preguntado por qué camionero y no piloto de avión o capitán de transatlántico, sabiendo a la vez que responde a un lado simple y a ras de tierra que más y más tengo que esconder de día; ser camionero es la gente que habla con los camioneros, es los lugares por donde se mueve un camionero, de manera que cuando me cuento una historia de libertad es frecuente que empiece en ese camión que recorre la pampa o un paisaje imaginario como el de ahora, los Andes o las Montañas Rocosas, en todo caso una ruta difícil en esa noche por la que yo iba subiendo cuando vi la frágil, rubia silueta de Dilia al pie de las roca violentamente arrancadas de la nada por el haz de los faros, las paredes violáceas que volvían aún más pequeña y abandonada la imagen de Dilia haciéndome el gesto de los que piden ayuda después de haber andado tanto a pie con una mochila en la espalda.

Si ser camionero es una historia que ,me he contado muchas veces, no era forzoso encontrar mujeres pidiéndome que las levantara como lo estaba haciendo Dilia, aunque desde luego también las había puesto que esas historias colmaran casi siempre una fantasía en que la noche, el camión y la soledad eras los accesorios perfectos para una breve felicidad de fin de etapa. A veces no, a veces era solamente una avalancha de la que me escapaba vaya a saber cómo, o los frenos que faltaban en el descenso para que todo terminara en un torbellino de visiones cambiantes que me obligaban a abrir los ojos y negarme a seguir, buscar el sueño o la tibia cintura de Niágara con el alivio de haber escapado a lo peor. Cuando la historia ponía una mujer al borde de la ruta, esa mujer era siempre una desconocida, los caprichos de las historias que optaban por una muchacha pelirroja o una mulata, vistas acaso en una película o una foro de revista olvidadas en la superficie del día hasta que la historia me las traía sin que yo las reconociera. Ver a Dilia fue entonces más que una sorpresa, casi un escándalo porque Dilia no tenía nada que hacer en esa ruta y de ahí sucederían alguna de las muchas cosas que pueden suceder cuando se llega a la llanura y se hace un alto después de la larga tensión del cruce; todo tan claro desde la primera imagen, la cena con otros camioneros en el bodegón del pueblo antes de la montaña , una historia ya nada original pero siempre grata por sus variantes y sus incógnitas, solamente que ahora la incógnita era diferente, era Dilia que de ninguna manera tenía sentido en esa curva de la ruta.

Puede ser que si Niágara hubiera estado ahí murmurando y resoplando dulcemente en su sueño, yo hubiera preferido no levantar a Dilia, borrarla a ella y al camión y a la historia con solamente abrir los ojos y decirle a Niágara: “Es raro, estuve por acostarme con una mujer y era Dilia”, para que tal vez Niágara abriera de una vez los ojos y decirle a Niágara: “Es raro, estuve por acostarme con una mujer y era Dilia”, para oírme decir la verdad o sea que en la perra vida, aunque entonces de nuevo Freud o algo así. Pero sintiéndome tan solo dentro de la historia, tan solo como lo que era, un camionero en pleno cruce de la sierra a medianoche, no fui capaz de pasar de largo : frené despacio, abrí la portezuela y dejé subir a Dilia que murmuró apenas un “gracias” de fatiga y somnolencia y se estiró en el asiento con su saco de viaje a los pies.

Las reglas del juego se cumplen desde el primer momento en las historias que me cuento. Dilia era Dilia pero en la historia yo era un camionero y solamente eso para Dilia, jamás se me hubiera ocurrido preguntarle qué estaba haciendo allí en plena noche o llamarla por su nombre. Pienso en la historia lo excepcional era que esa muchacha contuviera a la persona de Dilia, su lacio pelo rubio, los ojos claros y sus piernas casi convencionalmente evocando las de un potrillito, demasiado largas para su estatura; fuera de eso la historia la trataba como cualquier otra, sin nombre ni relación anterior, perfecto encuentro del azar. Cambiamos dos o tres frases, le pasé un cigarrillo y encendí otro, empezamos a bajar la cuesta como tiene que bajarla un camión pesado, mientras Dilia se estiraba todavía más, fumando desde un abandono y un sopor que la lavaban de tantas horas de marcha y acaso de miedo en la montaña.

Pensé que iba a dormirse enseguida y que era agradable imaginarla así hasta la planicie allá abajo, pensé que acaso hubiera sido amable invitarla a irse al fondo del camión y tirarse en una verdadera cama, pero jamás en una historia las cosas me habían permitido hacer eso porque cualquiera de las muchachas me hubiera mirado con esa expresión entre amarga y desesperada de la que imagina las intenciones inmediatas y busca casi siempre la manija de la portezuela, la fuga necesaria. Tanto en las historias como en la presumible realidad de cualquier camionero no podían pasar así, había que hablar, fumar, hacerse amigos, obtener desde todo eso la aceptación casi siempre silenciosa de un alto en el bosque o un refugio, la aquiescencia para lo que vendría luego pero que ya no era amargura ni cólera, simplemente compartir lo que ya se estaba compartiendo desde la charla, los cigarrillos y la primera botella de cerveza bebida del gollete entre dos virajes.

La dejé dormir, entonces, la historia tenía ese desarrollo que siempre me ha gustado en las historias que me cuento, la descripción minuciosa de cada cosa y de cada acto, una película lentísima para un goce que progresivamente va ascendiendo por el cuerpo y las palabras y los silencios. Todavía me pregunté por qué Dilia esa noche pero casi enseguida dejé de preguntármelo, ahora me parecía tan natural que Dilia estuviera allí entredormida a mi lado, aceptando de vez en cuando un nuevo cigarrillo o murmurando una explicación de por qué ahí en plena montaña, que la historia embrollaba hábilmente entre bostezos y frases rotas puesto que nada hubiera podido explicar que Dilia estuviera ahí en lo más perdido de esa ruta a medianoche. En algún momento dejó de hablar y me miró sonriendo, esa sonrisa de muchacha que Alfonso calificaba de compradora, y yo le di mi nombre de camionero, siempre Oscar en cualquiera de las historias, y ella dijo dilia y agregó como agregaba siempre que era un nombre idiota por culpa de una tía lectora de novelas rosa, y casi increíblemente pensé que no me reconocía, que en la historia yo era Oscar y que ella no me reconocía. 

Después es todo eso que las historias me cuentan pero yo no puedo contar como ellas, solamente fragmentos inciertos, hilaciones acaso falsas, el farol alumbrando la mesita plegadiza en el fondo del camión estacionado entre los árboles de un refugio, el chirrido de los huevos fritos, después del queso y dulce Dilia mirándome como si fuera a decir algo y decidiendo que no diría nada, que no era necesario explicar nada para bajarse del camión y desaparecer bajo lo árboles, yo facilitándole las cosas con el café ya casi listo y hasta una tacita de grapa, los ojos de Dilia que se iban cerrando entre trago y frase, mi descuidada manera de llevar la lámpara hasta el taburete al lado del colchón, agrega una cobija por si más tarde el frío, decirle que me iba adelante a cerrar bien las portezuelas por las dudas, nunca se sabía en esos tramos desiertos y ella bajando los ojos y diciéndo sabés, no te vayas a quedar allí dormida en los asientos, sería idiota, y yo dándole la espalda para que no me viera la cara donde a lo mejor había un vago asombro por lo que me estaba diciendo Dilia aunque desde luego siempre sucedía así de una u otra manera, a veces la indiecita hablaba de dormir en el suelo o la gitana se refugiaba en la cabina y había que tomarla por la cintura y derivarla hasta adentro, llevarla a la cama aunque llorara o se debatiera, pero Dilia no, Dilia lentamente yendo de la mesa hacia la cama con una mano buscando ya el cierre de los jeans, esos gestos que yo podía ver en la historia aunque estuviera de espaldas y entrando en la cabina para darle tiempo, para decirme que sí, que todo sería como tenía que ser una vez más, una secuencia interrumpida y perfumada, el lentísimo traveling desde la silueta inmóvil bajo los faros en el viraje de la montaña hasta Dilia ahora casi invisible bajo las cobijas de lana, y entonces el corte de siempre, apagar la lámpara para que solamente quedara la vaga ceniza de la noche entrando por la mirilla trasera con una que otra queja de pájaro cercano.

Esa vez la historia duró interminablemente porque ni Dilia ni yo queríamos que terminara, hay historias que yo quisiera prolongar pero la chica japonesa o la fría condescendiente turista noruega no la dejan seguir, y a pesar de que soy yo quien decide en la historia llega un momento en que ya no tengo fuerzas ni siquiera ganas de hacer durar algo que después del placer empieza a resbalar a la insignificancia, ahí donde habría que inventar alternativas o inesperados incidentes para que la historia siguiera viva en vez de irme llevando al sueño con un último beso distraído o un resto de llanto casi inútil. Pero Dilia no quería que la historia terminara, desde su primer gesto cuando resbalé junto a ella y en vez de lo esperable la sentí buscándome, desde la primera doble caricia supe que la historia no había hecho más que empezar, que la noche de la historia sería tan larga como la noche en la que yo me estaba contando la historia. Solamente que ahora no queda más que esto, palabras hablando de la historia; palabras como fósforos, gemidos, cigarrillos, risas, súplicas y demandas, café al amanecer y un sueño de aguas pesadas, de relentes y retornos y abandonos, con una primera lengua tímida de sol viniendo desde la mirilla lamer la espalda de Dilia tirada sobre mí, a cegarme mientras la apretaba para sentirla abrirse una vez más entre gritos y caricias.

La historia termina ahí, sin despedidas convencionales en el primer pueblo de la ruta como hubiera sido casi inevitable, de la historia pasé al sueño sin otra cosa que el peso del cuerpo de Dilia durmiéndose a su vez sobre mí después de un último murmullo, cuando desperté Niágara me hablaba de desayuno y de un compromiso que teníamos por la tarde. Sé que estuve a punto de contarle y que algo me tiró hacia atrás, algo que acaso era todavía la mano de Dilia volviéndome a la noche y prohibiendome palabras que todo lo hubiera manchado. Sí, había dormido muy bien; claro a las seis nos encontraríamos en la esquina de la plaza para ir a ver a los Marini.

En esos días supimos por Alfonso que la madre de Dilia estaba muy enferma y que Dilia viajaba a Necochea para acompañarla, Alfonso tenía que ocuparse del bebé que le daba mucho trabajo, a ver si los visitábamos cuando volviera Dilia. La enferma murió unos días después y Dilia no quiso ver a nadie hasta dos meses más tarde; fuimos a cenar llevándoles cognac y un sonajero para el bebé y todo ya estaba bien, Dilia al término de un pato a la naranja y Alfonso con la mesa preparada para jugar a la canasta. la cena resbaló amablemente como debía ser porque Alfonso y Dilia son gente que sabe vivir y empezaron por hablar de lo más penoso, agotar rápido el tema de la madre de Dilia, después fue como tender suavemente un telón para volver al presente inmediato, nuestros juegos de siempre, las claves y los códigos del humor con los que se hacían tan agradable pasar la noche. Ya era tarde y coñac cuando Dilia aludió a un viaje a San Juan, la necesidad de olvidar los últimos días de su madre y los problemas con esos parientes que todo lo complicaban. Me pareció que hablaba para Alfonso, aunque Alfonso ya debía conocer la anécdota porque se sonreía amablemente mientras nos servía otro coñac, el desperfecto del auto en plena sierra, la noche vacía y una interminable espera al borde de la ruta en la que cada pájaro nocturno era una amenaza, retorno inevitable de tanto fantasma de infancia, luces de un camión, el miedo de que también el camionero tuviese miedo y pasara de largo, el enceguecimiento de los faros clavándola contra el acantilado, entonces el maravilloso chirrido de los frenos, la cabina tibia, el descenso entre diálogos apenas necesarios pero que ayudaban tanto a sentirse mejor.

  • Se ha quedado traumatizada -dijo Alfonso-. Ya me lo contaste, querida, cada vez conozco más detalles de ese rescate, de tu San Jorge de overol salvándote del malvado dragón de la noche.

  • No es fácil olvidarlo -dijo Dilia-, es algo que vuelve y vuelve, no se por qué.

Ella quizás no, Dilia quizás no sabía por qué pero yo sí, había tenido que beber el coñac de un sorbo y servirme de nuevo mientras Alfonso alzaba las cejas, sorprendido por una brusquedad que no me conocía. Sus bromas en cambio eran más previsible, decirle a Dilia que se decidiera alguna vez a terminar el cuento, conocía de sobra la primera parte pero seguro que había tenido una segunda, era tan de cajón, tan de camión en la noche, tan de todo lo que es tan en esta vida.

Me fui al baño y me quedé un rato tratando de no mirarme al espejo, de no encontrar también allí y horriblemente eso que yo había sido mientras me contaba la historia y que sentía ahora de nuevo pero aquí, ahora esta noche, eso que empezaba lentamente a ganar mi cuerpo, eso que jamás hubiera imaginado posible a lo largo de tantos años de Dilia y Alfonso, de nuestra doble pareja amiga de fiestas y cines y besos en las mejillas. Ahora era lo otro, era Dilia después, de nuevo el deseo pero de ese lado, la voz de Dilia llegándome desde el salón, las risas de Dilia y de Niágara que debían estar tomándole el pelo a Alfonso por sus celos estereotipados. Ya era tarde, bebimos todavía coñac y nos hicimos un último café, desde arriba llegó el llanto del bebé y Dilia subió corriendo, lo trajo en brazos, se ha mojado todo el muy cochino, lo voy a cambiar en el baño, Alfonso encantado porque eso le daba media hora más para discutir con Niágara de las posibilidades de Vilas frente a Borg, otro cogñac, piba, total ya estamos todos bien curados.

Yo no, me fui al baño para acompañar a Dilia que había puesto a su hijo sobre una mesita y buscaba cosas en un placard. Y era como si de algún modo ella supiera cuando le dije a Dilia, yo conozco esa segunda parte, cuando le dije ya sé que no puede ser pero ya ves, la conozco, y Dilia me volvió la espalda para empezar a desvestir al bebé y la vi inclinarse no solamente para soltarle los alfileres de gancho y quitarle el pañal sino como si de golpe la agobiara un peso del que tenía que librarse, del que ya estaba librándose cuando se volvió mirándome en los ojos y me dijo sí, es cierto, es idiota y no tiene ninguna importancia pero es cierto, me acosté con el camionero, decíselo a alfonso si querés, de todas maneras él está convencido a su manera, no lo cree pero está tan seguro. 

Era así, ni yo diría nada ni ella comprendería por qué me estaba diciendo eso, por qué a mí que no le había preguntado nada y en cambio le había dicho eso que ella no podía comprender de este lado de la historia. Sentí mis ojos como dedos bajando por su boca, su cuello, buscando los senos que la blusa negra dibujaba con mis manos los había dibujado toda esa noche, toda esa historia. El deseo era un salto agazapado, un absoluto derecho a acercarme a buscarle los senos bajo la blusa y envolverla en el primer abrazo. La vi girar, inclinarse otra vez pero ahora liviana, liberada del silencio; ágilmente retiró los pañales, el olor de un bebé que se ha hecho pis y caca me llegó junto a los murmullos de Dilia calmándolo para que no llorara, vi sus manos que buscaban el algodón y lo metían entre las piernas levantadas del bebé, vi sus manos limpiando al bebé en vez de venir a mí como había venido en la oscuridad de ese camión que tantas veces me ha servido en las historias que me cuento.




martes, 3 de mayo de 2022

Sofistas y Sócrates

SOFISTAS

            En el Siglo V a C Atenas es la ciudad griega más importante y la democracia está en pleno auge, destaca la figura de Pericles, hay un gran desarrollo del arte y  en  filosofía tiene lugar un giro humanístico, se pasa de tratar de averiguar el origen de la naturaleza a centrarse en temas propiamente humanos.

Los presocráticos habían ofrecido respuestas diversas sobre el primer principio, origen de nuestro mundo, pero no llegaron a una conclusión definitiva, esto unido a otras causas sociales, hace que la filosofía tome  otros derroteros. En mayor medida por el aumento de participación en política de los ciudadanos atenienses. Al verse más inmiscuidos en política necesitaban saber hablar en público, argumentar, tener conocimientos y adquirir  cultura. Los sofistas cumplirán este cometido.

¿Quiénes eran los sofistas?  Eran profesores itinerantes y asalariados que se dedicaban a dar lecciones públicas en las ciudades, enseñaban areté y eran críticos con la tradición, sobre todo teniendo en cuenta que tenían una visión cosmopolita. Casi todos eran extranjeros y habían viajado mucho. Al enseñar areté lo que estaban defendiendo es el ser maestros de la virtud, y por tanto enseñaban retórica y argumentación, la capacidad para poder hablar bien y saber convencer. Capacidad muy importante a la hora de intervenir en política.

Aunque trataban los mismos temas, Sócrates y Platón tenían tesis opuestas, y contribuyeron a la mala reputación histórica que ha tenido este grupo durante mucho tiempo. La principal controversia consistía en que eran defensores del relativismo: no había ninguna convicción sólida, todo podría contra argumentarse.

Supusieron una revolución, no solo porque iniciaron un giro en la temática filosófica, sino también porque rompieron con la tradición; escandalizaron por recibir un salario y rompieron con el esquema de las clases sociales. Además de su defensa de que las leyes humanas son convencionales y relativas y que solo están sujetas a la utilidad.

Es importante señalar que no eran un grupo compacto de pensadores, eran personalidades independientes y diferentes que cubrieron una necesidad en  la Atenas del Siglo V a C.

 

Protágoras, uno de los más destacados del grupo de los sofistas,  dijo que “el hombre es la medida de todas las cosas”. En tanto que debemos ocuparnos de las cosas que afectan al ser humano, teniendo en cuenta lo que nos interesa, beneficia o perjudica.

Defendía que las leyes eran en realidad un freno para evitar la agresividad propia de los seres humanos, por tanto, no existe una especie de justicia natural común, sino que las leyes son convencionales y deben de adaptarse a cada ciudad concreta, no hay leyes mejores que otras, sino leyes más útiles. Se trata de la defensa del relativismo, en el que no hay un criterio fijo.

Gorgias, más que relativista era un escéptico, porque él no cree que la realidad sea relativa, lo que cree es que no hay realidad. “Nada existe, si existiera no podría ser conocido y si se pudiera conocer no se podría comunicar.” No existe una realidad que todos compartamos, cada uno tiene su propia realidad, aunque realmente existiera no podríamos percibirla como algo común,  y no se podría comunicar porque el lenguaje no manifiesta la realidad, solo usamos palabras para referirnos a nuestra propia realidad.

SÓCRATES.

Defendió la filosofía como actividad, no llegó a fundar ninguna escuela pero siempre habló en lugares públicos y nunca escribió nada. Aunque sus reflexiones eran contrarias a los sofistas, en general, compartía temática con ellos y fue muy crítico con sus ideas, sobre todo porque no podía aceptar de ningún modo el relativismo. Defendía que hay que seguir a la razón, al logos.

Su pensamiento es conocido gracias a varias importantes figuras (Aristófanes, Jenofonte, Platón y Aristóteles) aunque sin duda el mayor homenaje vino de la mano de Platón, su más destacado discípulo, el cual lo convirtió en el personaje principal de todos sus diálogos.

Sócrates estaba dispuesto a morir por sus ideas, y de hecho lo hizo. Fue condenado a muerte y aceptó el juicio emitido por la justicia, porque él sí defendía las leyes   la tradición y creyó que no podía negar lo justo de las leyes porque a él no le gustara la decisión de su condena. A pesar de que quisieron ayudarlo a escapar él se negó y bebió la cicuta llegado el momento.

“Solo sé que no sé nada” rezan sus más famosas palabras, este era el comienzo de su filosofía porque partía de la propia ignorancia para alcanzar la verdad. Esta búsqueda había que hacerla a partir de definiciones; definir conceptos para poder alcanzar la verdad. A este método lo llamó mayéutica. Y se componía de dos fases: una primera, de carácter destructivo en la que se usaba la ironía y una segunda fase, constructiva, en la que se buscaba el verdadero conocimiento. Dicho método se basa en la idea de que los conceptos están en el alma humana porque conocer es recordar. (Teoría de la reminiscencia). ¿Cómo se lleva a cabo este método?

Se plantea una cuestión

-El interlocutor da una respuesta a la cuestión

-Hay una discusión sobre el tema que pone al interlocutor en confusión

-Se intentan acercar a definiciones generales

-El alumno con ayuda del maestro alcanza el conocimiento estricto y universal

Por tanto, el maestro no inculca conocimiento, sino que el discípulo lo extrae. Se basa en el arte de hacer preguntas y se está redirigiendo al alumno hacia las respuestas. De ahí que el método se asimile a una partera que ayuda a dar a luz, aquí el maestro ayuda a parir las ideas. (la madre de Sócrates era partera, de ahí el simil).

lunes, 18 de abril de 2022

Comienzo de la filosofía


COMIENZO DE LA FILOSOFÍA

En el siglo VI A.C, en Mileto o Asia Menor (Grecia), comienza a desarrollarse el pensamiento racional. El hombre griego, primero en toda la cultura occidental, entra en contacto con nuevas culturas, nuevas formas de pensamiento y de entender el mundo, lo que le provoca una crisis de valores. Este hombre es el primero en preguntarse qué sentido tiene todo, qué pensamiento es el acertado y cómo podemos explicar la realidad. Influencias de otras posibilidades de vida hacen que Grecia comience a plantearse nuevos retos, nuevas formas de ver la vida Uncomo el paso del mito al logos.

Mitos

"Mythos" era la narración mediante palabras que usaban los griegos hasta aquel momento para explicar todo cuanto le rodeaban. Eran narraciones realizadas por poetas, por lo general de forma oral, en la que se contaba como los dioses daban sentido al mundo, es decir, cómo a través de la figura de los dioses sucedía todo lo que se narraba en estas historias.

Razones

Una de las causas de la aparición de la filosofía fue los límites del pensamiento mítico, cosa que los primeros filósofos se encargaron de marcar.

Uno de los aspectos débiles del mito, desde una perspectiva práctica era su concepción arbitraria, caótica e irregular de los acontecimientos. Con una visión así de las cosas no se pueden predecir o preveer los acontecimientos.

Por otro lado, los dioses griegos se parecían mucho a los hombres. Esto hizo pensar a los filósofos, que los mitos no fueran más que imaginaciones humanas. A pesar de ellos, mantuvieron un carácter divino o casi espiritual de la naturaleza, pero con características abstractas y menos humanas.

Influencias del mito.

Aunque la filosofía supone un cambio de orientación, las influencias de la visión mítica se mantuvieron. En la mitología griega (Homero y Hesíodo) hay que tener en cuenta dos características:

  • La aparición de causa o razón suficiente, búsqueda del primer principio de todo.

  • La idea del mundo como totalidad, como universo.

Circunstancias que posibilitaron la aparición de la filosofía.

  1. Contacto con otros pueblos: desde el punto de vista geográfico, la filosofía se desarrolla en la zona de expansión griega del mediterráneo. Fundamentalmente en dos ámbitos las colonias jónicas y las colonias itálicas. A partir del s VI a C, los griegos incrementan sus contactos comerciales con otros pueblos. Los viajes traen consigo conocimientos técnicos y geográficos, pero además el cultural de nuevas civilizaciones que les permite ver la diversidad de creencias. Esto provoca la “relativización” de las visiones locales en favor de una visión universal. Comienzan a alejarse de las concepciones dogmáticas.

  2. Contacto con Oriente próximo: tomaron los griegos de estas civilizaciones los conocimientos matemáticos y astronómicos.

  3. Ausencia de textos sagrados y de estructuras y organismos religiosos: al no existir un cuerpo dogmático de doctrina y una estructura eclesiástica las oposiciones a las nuevas ideas eran menores.

  4. Circunstancias políticas: Polis y filosofía: 

¿Qué es la filosofía? Martin Heidegger dice que tanto la palabra “filosofía” como la pregunta “¿qué es...?” hablan en griego. Cuando dice que hablan en griego, no se refiere a que hayan sido inventadas por las griegos o expresadas en ese idioma, sino que tienen que ver con algo propio de los griegos y que no se puede comprender del todo sin tomar conciencia de lo que los griegos vivían.

Para comprender lo que quiso decir Heidegger, hay que considerar que la filosofía nace ligada a otro invento típicamente griego como es la polis. El término polis no tiene una traducción que sea adecuada. Se lo suele traducir por “ciudad” o por “ciudad-estado”, pero ambas traducciones son inapropiadas por lo siguiente: cuando se traduce por “ciudad” se tiene la idea de un conjunto de edificios, calles, plazas, barrios, avenidas, etc; a diferencia de otros lugares donde no hay edificios como, por ejemplo, el campo. Pero la polis no tiene que ver con la urbe, sino con una forma de vida particular que surgió entre los griegos, alrededor de lo que podríamos llamar la plaza pública o el ágora.

Traducir polis por “ciudad-estado” tampoco es adecuado, porque se entiende por Estado el aparato administrativo, el gobierno de una comunidad. Así entendido, el Estado se contrapone, en general, a la sociedad, que es el conjunto de los hombres que viven en común. La polis no es una forma de gobierno (ha habido diferentes formas de gobierno de la polis), sino que hace referencia a cómo los griegos se organizaron a sí mismos en comunidad. La polis es la forma propia de los griegos de la vida en común. Es una institución inédita en la antigüedad. No existía, antes de los griegos, una forma de vida como la que se desarrolló en las polis.

¿Qué es lo inédito en la polis? Todas las formas de organización de los pueblos anteriores asumían que había alguien que por alguna razón natural o sobrenatural estaba destinado a mandar sobre los demás y era el que tomaba las decisiones y establecía las leyes. En todas las formas anteriores de vida en común, la decisión acerca de qué era lícito y qué no era lícito, qué se podía hacer y qué no, quién vivía y quién moría, estaba en manos de un solo hombre, ya sea el emperador, el rey, el faraón, etc.. El poder se concentraba en uno y los demás se encontraban subordinados a las decisiones de este uno. Los griegos, en cambio, inventaron una institución en la que todos los ciudadanos (politai) participaban en común en las decisiones sobre los problemas comunes. No se trata de discutir acerca de todos los problemas: por ejemplo, si alguien quiere comprar un par de zapatos más caros o más baratos o si trata bien o mal a mis hijos o si tiene una situación próspera o se encuentra en la miseria; ello sólo incumbea él y a su familia o a grupo de pertenencia, pero no es algo común a todos los ciudadanos. Pero si el gobierno oprime a los ciudadanos o si atacan los persas o si la sequía ha hecho que se pierdan las cosechas, no son problemas de un ciudadano o de una familia o de un barrio, porque los que viven en el centro como los que viven en la periferia tienen el mismo problema si el gobierno no respeta las libertades o si invaden los persas o si no hay alimentos suficientes.

Los problemas que son comunes a todos requieren ser discutidos y resueltos en común. La forma de resolver este tipo de problemas que los griegos inventaron, es abrir un ámbito, un lugar, donde cada uno pueda plantear libremente los proyectos de solución para que, después de deliberar en común, todos los ciudadanos puedan resolver lo que se va a hacer. Por supuesto, para que esto pueda llevarse a cabo, son necesarias varias condiciones. La primera de ellas es que se haya renunciado a tomar decisiones por medio de la violencia. Si se creyese que el que tiene más fuerza es el que tiene el derecho a decidir en última instancia, entonces, siempre los que estén en una posición de debilidad, estarán excluidos de la decisión. En definitiva, las cuestiones se definirían de la misma manera que en culturas anteriores: arbitrariamente. La primera condición para que este sistema funcione, entonces, es que se haya renunciado a hacer la voluntad a través de la fuerza, de la violencia.

Una segunda condición es que los proyectos y los planteos que cada uno haga, sean mediatizados por la palabra. Esta es la razón por la cual, en la Antigua Grecia, la palabra y la deliberación empiezan a tener un papel preponderante en la organización de una comunidad. Anteriormente, sólo tenía relevancia la palabra de Dios o la palabra del Rey. Era una palabra que mandaba, que daba órdenes y que reclamaba obediencia incondicional. Pero, con los griegos, no basta con obedecer las órdenes que se imparten, sino que además hay que encontrar una forma por la cual la mejor solución sea la que todos acepten y obedezcan, y para esto es necesario dar argumentos, es decir, poder fundamentar lo que se dice. Si alguien cree que sabe lo que hay que hacer ante un problema determinado, tiene que dar algún tipo de argumentos para mostrar que esa solución es mejor que la que propone otro.

La preeminencia de la palabra, que comienza a aparecer como una condición de la vida en la polis, implica también un cierto ordenamiento o jerarquización de las palabras y esto es lo que podemos llamar la “lógica argumentativa”. Este tipo de resolución de problemas a través del diálogo, de la discusión o de la argumentación se vincula directamente con la filosofía.

La filosofía es, en alguna medida, una especie de ordenamiento, de sistematización de estos procedimientos, de estos métodos, por los cuales se busca la verdad. Se trata de una verdad que no está inmediatamente ligada al poder, que no depende del poder, como era en todas las concepciones antiguas, anteriores a la de los griegos, en las cuales el lugar del poder y el de la verdad coincidían. A veces, estos lugares aparecen poco diferenciados, como cuando al lado del rey está el brujo, el sacerdote, el mago o algún otro personaje que encarna el “saber”. En esos ejemplos, el poder y el saber aparecen personalizados en dos individuos distintos. De todas maneras el saber es como una función del que detenta el poder. El sabio solamente presta su palabra y da sus consejos, pero el que toma las decisiones en definitiva es el rey.

En la polis, el ámbito del poder y del saber se disocian, es decir que aunque alguien no tenga mayor fuerza o poder que otros, sin embargo, puede volcar la decisión del conjunto a su favor, si su propuesta es mejor, si la puede justificar de la mejor manera o si puede convencer al conjunto. Es decir que, desde el comienzo, la filosofía aparece vinculada a esta forma de organización de la comunidad, que podemos llamar “democrática”, entendiendo por tal cuando el conjunto participa en la toma de decisiones de lo que es común a todos ellos. No hay que confundir este significado con el de la democracia moderna, representativa, con parlamento, partidos políticos, etc. A diferencia de la democracia moderna, la organización de la polis griega requiere una participación directa. No hay representantes sino que cada uno de los ciudadanos ocupa su lugar, tiene su p Esta forma de organización de la vida que inventaron los griegos hace posible la autonomía en las decisiones. “Autónomo” es el que se da las leyes a sí mismo, el que no depende de las órdenes de otro, el que no depende de la decisión que toma el otro, sino que hace lo que decide por sí, conjuntamente con otros. Por esta razón, tanto la polis como la filosofía son muy recelosas de la autonomía y la valoran por sobre todas las cosas. De manera tal que toda actividad que no sea autónoma, que sea una actividad dependiente, subordinada, es algo despreciable. Si alguien realiza alguna cosa que “sirve para” tal otra, lo que tiene valor es esa otra cosa para la cual se está haciendo la actividad, no la actividad misma. Entonces, una actividad que está en función de otra cosa, una actividad que “sirve para”, por definición, no es valiosa en sí misma, porque no es autónoma, no vale por sí misma, vale por la otra hacia la que se dirige y de la cual depende. En la cultura actual suele preponderar la valoración inversa: lo que “vale” es aquello “que sirve”, a tal punto que resulta difícil encontrar ejemplos de actividades que valgan por sí mismas.

Estos rasgos que se han señalado como característicos de las polis griegas, se han obtenido destacando las semejanzas y prescindiendo de las diferencias históricas concretas, es decir, por abstracción. Las instituciones concretas evolucionan a través de los siglos, transitando por situaciones diversas: no son iguales al comienzo, en el curso de su desarrollo histórico o al final. La polis real fue pasando por diferentes grados y formas de participación, más o menos populares, más o menos violentas. Si se hace abstracción de los momentos particulares del desarrollo histórico de la polis, puede decirse que participaban todas las clases sociales. Por otro lado, no hay que olvidar que los ciudadanos participantes en las decisiones comunes no son todos los habitantes sino sólo los varones nativos mayores de edad.

Cada polis es autónoma con respecto a las otras. La polis es una institución local, está circunscripta a un lugar, a diferencia de una nación o un imperio que integra distintas regiones, lugares u organizaciones. La polis es una organización local, en la que sólo tienen participación los que han nacido en ese lugar. Los extranjeros, si son nativos de otra polis, tienen derecho a hablar pero no a decidir, no votan. Los niños, las mujeres y los esclavos no participaban de la asamblea ni podían hablar en ella. No eran considerados ciudadanos. En consecuencia, los “ciudadanos” eran solamente los varones nativos adultos (los que han pasado la adolescencia, los que pueden procrear y combatir).

Un primer rasgo que hay que tener en cuenta, entonces, es esta vinculación esencial entre el nacimiento de la filosofía, entendida como la exigencia de argumentar con razones y de deliberar en común y este funcionamiento de la institución de la polis: la resolución de los problemas comunes en común.

  1. Los primeros filósofos: los presocráticos.

La primera gran figura de la filosofía fue Sócrates (S V a C) pero la filosofía comenzó con un grupo de pensadores, de los que se conservan apenas fragmentos, a los cuales por preceder a Sócrates se les denomina presocráticos.

            Los presocráticos se centran en la reflexión cosmológica, en pensar acerca del  origen de la naturaleza, su pensamiento va más allá de lo mítico, intentan hacer una reflexión de carácter racional, que esté sustentada por argumentos. Quieren saber cuál es el elemento constitutivo de la naturaleza, de qué elemento material surge todo lo que existe, cuál es la esencia de la realidad. Y de esta primera reflexión parten todos los presocráticos, aunque ofrecen respuestas diversas, que a continuación analizaremos, tienen en común el buscar un primer principio del que surge toda la realidad y dicho principio lo entienden como algo material y eterno, de donde surge todo lo que existe. Lo que podemos entender como naturaleza o cosmos. Este primer principio del que surge toda la realidad es el denominado arjé, el origen de todo lo que existe.

Cada uno de ellos ofreció una respuesta distinta, pero podemos agruparlos en dos tendencias: los monistas, que entendían que el primer principio estaba constituido por un único elemento y los pluralistas que defendieron que eran varios elementos los que constituían la realidad.


La Escuela de Mileto

Para Tales de Mileto (S VII-VI a C) el primer principio (arjé) era el agua, entre otras cosas, llegó a esta conclusión al observar que los alimentos contienen agua, tienen humedad. Esto le llevó a identificar la vida con el agua y a pensar que todo surge de esta.

Anaximandro (S VII-VI a C) creyó que el arjé no podría coincidir con un principio material concreto, sino que al ser el origen del mundo material debería tratarse de algo indeterminado e ilimitado, a dicho principio le llamó ápeiron.

Anaxímenes (S VI a C)  creyó que el primer principio debía ser algo indeterminado pero al mismo tiempo debía tener origen en algún elemento material determinado, y propuso el aire, al que consideró infinito pero no indeterminado.

Los pitagóricos

            Aunque los pitagóricos son una escuela que abarca nos dos siglos, la figura más importante es sin duda Pitágoras, fundador de dicha escuela. Esto hace que en muchas ocasiones, logros alcanzados en la escuela varios  sean atribuidos todos a Pitágoras directamente. Por ello se hace más cómodo hablar de manera general de  los pitagóricos.

Todo su pensamiento giraba alrededor de las matemáticas y conformaban lo que podemos llamar una escuela mística. Así  que podríamos calificarlos de científicos y religiosos

Para ellos el arjé estaba en los números, indica Aristóteles en La Metafísica: “los llamados pitagóricos, que fueron los primeros en cultivar las matemáticas, no solo hicieron avanzar a estas, sino que, nutridos de ellas, creyeron que sus principios (los números) eran los principios de todos los entes”.

Es decir, defienden que todas las cosas están compuestas por números y que el mundo es algo ordenado a partir de relaciones numéricas. Aunque debemos comprender que para ellos los números eran una especie de elemento material.

También debemos destacar su teoría de la transmigración de las almas que repercutirá en el pensamiento de Platón. Defienden que el alma es inmortal y que se separa del cuerpo al morir. Si no se purifica correctamente se reencarnará en otro cuerpo hasta conseguir la purificación.

 

Heráclito

Su filosofía gira en torno al problema del cambio, observó que la naturaleza  y el mundo cambian de forma constante, es por ello que la realidad no podía proceder de algo estático, sino que debía ser algo dinámico. Son famosas sus palabras: “Todo se mueve, nada permanece” Y “no podrás bañarte dos veces en el mismo rio”. Todo es continuo movimiento, cambio, pero no se da cualquier cambio, sino que en el cambio continuo que experimenta el mundo los cambios están ordenados. Este principio ordenador se llama logos, que es la ley universal que explica todos los cambios que se producen en el universo. El primer principio del que emerge la realidad como realidad cambiante lo representa en el fuego, elemento material que representa el cambio, ya que este todo lo destruye y todo lo transforma.

 

Parménides

Se opuso a la filosofía de Heráclito intentando negar el cambio, para él, el cambio es un engaño producido por los sentidos. Defiende la existencia del ser como algo único en el que no se da ningún tipo de cambio. El ser es único (no hay división en la realidad), eterno (no tiene ni principio ni fin), perfecto (ni le sobra ni le falta nada) e inteligente.

Se convierte en el primer filósofo en tratar el tema del ser lo que hará que tenga una enorme influencia en la filosofía posterior.

 

Empédocles y Anaxágoras

Empédocles afirmó que el arjé estaba constituido por los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Todas las cosas se dan por la mezcla de estos cuatro elementos, que tras diversas combinaciones dan lugar a todo lo que existe. Dichos elementos se mezclan gracias a una fuerza a la que llama Amor y se separan por otra fuerza a la que llama Odio.

Anaxágoras propone que toda la realidad proviene de la mezcla de pequeñas entidades muy pequeñas y cualitativamente distintas, a las que llama semillas. Todos los cambios que se producen en la naturaleza se dan por las mezclas de estas semillas en diferentes combinaciones. Dichas semillas dependen de un principio ordenador al que llama Nous al que concede cierto carácter divino; lo que implica que todas las cosas tienen una finalidad.

 

Los atomistas

            Leucipo fue el iniciador del atomismo, pero es quizás Demócrito, su discípulo, el atomista más importante. Creyó que toda la realidad provenía de un principio de carácter múltiple: los átomos, los cuales eran partículas indivisibles. Admitió además la existencia del vacío (algo impensable para los filósofos anteriores)  el cual es necesario para que los elementos puedan desplazarse.