viernes, 3 de febrero de 2017

BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. TRABAJO PRÁCTICO 4.




NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA.
 La filosofía comienza en la Grecia antigua, en el Asia Menor, alrededor del s. VII a.C. Allí se establecieron los jonios, uno de los primeros pueblos de habla griega. La situación económica era muy próspera agrícola y comercialmente. Se fundaron grandes ciudades entre las cuales Éfeso y Mileto eran las más célebres. Estas circunstancias fueron las óptimas para el surgimiento de la cultura artística, literaria y de lo que hoy llamamos filosofía, Las especulaciones de los primeros filósofos se inician en tono de la búsqueda de respuestas orientadas a conocer la naturaleza. Es el asombro frente a la generación y corrupción de los organismos vivos, los cambios cíclicos, la regularidad del movimiento de los astros, etc, Trataban de dar respuesta al fundamento, el arjé de todo lo que es real. Si bien la pregunta no era nueva, la forma de responderla sin recurrir a dioses o musas inspiradoras es lo que la hace distinta. Además no apelaban a ninguna tradición, ni a ningún relato de los orígenes. Esta nueva forma también reemplazó la forma de verso por la prosa. Por ocuparse de la naturaleza o physis también fueron llamados fisiólogos. La physis es la fuente originaria de la que las cosas brotan y el arjé u origen, es la fuerza divina de la naturaleza.

 PRIMEROS FILÓSOFOS. Tales de Mileto: fue el primero en plantear el problema de la physis. Señaló que el arjé era el agua, en el sentido de que lo húmedo hace posible brotar todas las cosas. Anaximandro: fue discípulo de Tales. Concibió lo ilimitado como el origen de las cosas. El Apeiron palabra griega que indica lo ilimitado, lo infinito. Pitágoras de Samos: sostuvo que el principio de todo era el número y, para comprender el mundo, había que encontrar el número, la proporción que lo expresara. La organización del cosmos estaría determinada según un orden y una proporcionalidad matemática. Demócrito de Abdera: planteó que el universo estaba compuesto de átomos y vacío. Los átomos eran infinitos, eternos, perfectos e incapaces de cambiar, pero diferían en tamaño y figura. El vacío era infinito en extensión y en él lo átomos se agrupaban, se separaban, se volvían a agrupar, según leyes determinadas de movimiento. Todas las cosas eran agrupamiento de átomos. Heráclito y Parménides: fueron los pensadores con mayor influencia posterior. Para Heráclito el principio de todas las cosas era el fuego, a quien identifica con el logos, que a partir de su pensamiento se convertirá en una de las palabras más importantes de la filosofía. Logos es el principio unificador de todas las cosas, las cuales se encuentran en constante devenir. Parménides fue el primero en afirmar al unidad entre ser y pensar.

 FILOSOFÍA HELENÍSTICA. Las transformaciones políticas y culturales que aparejó el imperio de Alejandro Magno, significó el fin de la polis como centro de vida del pueblo griego, así como también la extensión de la cultura griega a los distintos pueblos conquistados antes considerados bárbaros. Atenas fue perdiendo su brillo frente al surgimiento de otros centros culturales, entre los que se destaca la ciudad de Alejandría, famosa por su cuantiosa biblioteca, reservorio del saber de la humanidad para los siglos venideros. A ese período se lo llamó época helenística. -El epicureísmo: surgió en Atenas a fines del s. IV. Epicuro fundó el Jardín en las afueras de Atenas. Podemos decir que el epicureísmo se centra principalmente en problemas de filosofía práctica. Para Epicuro el bien consiste en el placer como ausencia del dolor corporal y ausencia de inquietud del alma. No se trata del placer como desenfreno o descontrol, se trata más bien de centrar el deseo en lo que es necesario para la vida y prescindir de todo lo que es superfluo. El hombre aspira a la felicidad y esta consiste en la ausencia de perturbación. Para esto no necesita de la vida institucional, ni de los títulos, ni de riquezas porque estos crean dependencia y por consiguiente infelicidad. Lograr la autarquía es para el hombre su mayor felicidad. -El estoicismo: fue creada por Zenón de Citio en la isla de Chipre. Para los estoicos el placer no es el fin de la vida del hombre sino a lo sumo una consecuencia. Vivir para el hombre es apropiarse del ser y de todo lo que sea apropiado para conservarlo. El hombre es un ser racional y vivir acorde con su naturaleza, consiste en vivir con mesura conciliándose con la razón. La naturaleza racional del hombre conduce a la virtud. El hombre virtuoso se repliega sobre sí mismo, se identifica con la razón y por ello es indiferente al placer, al dolor, a los reclamos de sus tendencias y de sus pasiones. Solo el hombre virtuoso es sabio y sólo el sabio es verdaderamente libre.

FILOSOFÍA EN LA EDAD MEDIA. Se denomina filosofía medieval a la filosofía dada en Europa y el Oriente Medio durante el período conocido como Edad Media, periodo que se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V hasta la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453. Los problemas fundamentales discutidos durante este periodo fueron la relación entre la fe y la razón, la naturaleza y existencia de Dios, los límites del conocimiento y la libertad en el hombre, la naturaleza de los universales y la individuación de las sustancias divisibles e indivisibles. La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario, hasta alrededor del siglo VIII. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la patrística se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a las herejías luego.Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la historia del dogma. La influencia apologética se debió entre otras cosas al ataque hostil, y por penetrar en los datos de la revelación, el de formarse una imagen totalizadora del mundo y de la vida humana a la luz de la fe. El progreso de lo implícito a lo explícito fue un progreso en la ciencia teológica; en el proceso de argumentación y definición se emplearon conceptos y categorías tomados de la filosofía. La filosofía imperante era el platonismo, neoplatonismo (con toque estoico).Los escritores cristianos no hicieron distinción entre filosofía y teología. Estos mostraron una divergencia de actitud ante la filosofía clásica: como enemiga o como utilidad

 FILOSOFÍA EN LA MODERNIDAD.. La razón comenzará a expandirse por todas las esferas de la experiencia humana buscando en convertirse en el fundamento último de la verdad. Se aplicará al movimiento de la naturaleza, a la historia, al arte, a la moral y desde ella se criticará la superstición incubada a menudo en las creencias religiosas. El proyecto de la modernidad fue la intención de habitar racionalmente el mundo, es decir, poner a la razón como fundamento del conocimiento y la acción. Sólo un mundo en donde gobierne la razón los hombres pueden vivir en libertad. Resumiendo: 1. Cada hombre es libre en tanto es capaz de pensar y actuar según principios racionales. 2. Hay supremacía del sujeto frente a la naturaleza. 3. Se separan los distintos ámbitos de cultura (ciencia, arte, ética) cada uno con su propio objeto de estudio. 4. Crítica a los fundamentos de la religión y de las bases irracionales de nuestras acciones y pensamientos. FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA A partir del s xx se empieza a hablar de posmodernidad. Sería una época que ya no estaría comprendida dentro del proyecto moderno y, más aún, que gran parte sería consecuencia de su fracaso (1° y 2° guerra mundial, revolución rusa, aparición del psicoanálisis y por consiguiente del inconsciente humano). Se caracteriza por un profundo escepticismo que ve caer las grandes utopías y relatos históricos. Lleva a la crítica de las instituciones modernas y deja al individuo librado a su propia y solitaria libertad. Los principales aportes vinieron dados por la fenomenología, hermenéutica, existencialismo, estructuralismo, post estructuralismos, etc. solo por nombrar algunas escuelas.

 PARA PENSAR 
1. ¿cuál era la preocupación de los primeros filósofos? 
2. ¿qué es physis y que es arjé? 
3. Leer y analizar el siguiente texto de Aristóteles: “Debe haber pues, alguna naturaleza, única y múltiple, a partir de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella siempre. No todos dicen lo mismo sobre el número y la especie de ese principio sino que Tales, que inició esta clase de filosofía, sostiene que es el agua (y en consecuencia también la tierra, que parece encontrarse sobre el agua) elaborando quizás esta concepción al observar que todas las cosas tienen un alimento húmedo y que el calor se produce y se mantiene en la humedad.” 
4. Poema babilonio de la creación. (Enuma Elish) 

Cuando en lo alto de los cielos no habían sido nombrados todavía, Cuando abajo la tierra no tenía nombre, 
Cuando el primordial Apsu, los engendró
Cuando Mammu, cuando Tiamat, madre de todos ellos
Confundían sus aguas…

 Himno de la creación (Rig Veda) 

 En el comienzo sólo existía
 Tiniebla envuelta en tiniebla.
 Todo era agua indiferenciada.
 Principio de devenir
 Rodeado por el vacío,
 El Uno surgió, por el poder de su propio ardor interno.

 a) ¿En qué sentido se habla acerca del agua en estos poemas? 
b) ¿Qué diferencia podemos establecer con el texto del punto 3? 

 5. Leer la “Carta a Meneceo” de Epicuro y responder: 
a) ¿Cuáles son las principales causas que llevan al sufrimiento? ¿Qué propone Epicuro para contrarrestarlo? 
b) ¿Cómo entiendo Epicuro el placer y la felicidad?
 c) ¿A qué edad se debe filosofar y por qué? 
d) ¿Qué respondería Epicuro a este razonamiento? “El consumo ha cambiado la vida de la gente, por ejemplo acá en estos barrios la gente va y puede consumir lo que puede, desde un producto barato hasta uno más caro. Yo siempre digo que la gente cuando consume es feliz, el niño que se compra un helado o que se va a comprar una pelota, o el chico que se compró un calzado, o los amigos que se van a comprar una cerveza o las amigas que se van a tomar el té. Cuando termina ese momento son felices, la familia cuando ahorra y se va a comprar un auto, ni hablar de una casa, es un logro en la vida” 

Carta a Meneceo 

 Epicuro a Meneceo, salud. 

 Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven. Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues, practiquen la filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir. Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan felicidad, porque, si disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si nos falta, hacemos todo lo posible para obtenerla. Los principios que siempre te he ido repitiendo, practícalos y medítalos aceptándolos como máximas necesarias para llevar una vida feliz. Considera, ante todo, a la divinidad como un ser incorruptible y dichoso -tal como lo sugiere la noción común- y no le atribuyas nunca nada contrario a su inmortalidad, ni discordante con su felicidad. Piensa como verdaderos todos aquellos atributos que contribuyan a salvaguardar su inmortalidad. Porque los dioses existen: el conocimiento que de ellos tenemos es evidente, pero no son como la mayoría de la gente cree, que les confiere atributos discordantes con la noción que de ellos posee. Por tanto, impío no es quien reniega de los dioses de la multitud, sino quien aplica las opiniones de la multitud a los dioses, ya que no son intuiciones, sino presunciones vanas, las razones de la gente al referirse a los dioses, según las cuales los mayores males y los mayores bienes nos llegan gracias a ellos, porque éstos, entregados continuamente a sus propias virtudes, acogen a sus semejantes, pero consideran extraño a todo lo que les es diferente. Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad. Nada hay que cause temor en la vida para quien está convencido de que el no vivir no guarda tampoco nada temible. Es estúpido quien confiese temer la muerte no por el dolor que pueda causarle en el momento en que se presente, sino porque, pensando en ella, siente dolor: porque aquello cuya presencia no nos perturba, no es sensato que nos angustie durante su espera. El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así pues, la muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros y, cuando se acerca a los segundos, éstos han desaparecido ya. A pesar de ello, la mayoría de la gente unas veces rehuye la muerte viéndola como el mayor de los males, y otras la invoca para remedio de las desgracias de esta vida. El sabio, por su parte, ni desea la vida ni rehuye el dejarla, porque para él el vivir no es un mal, ni considera que lo sea la muerte. Y así como de entre los alimentos no escoge los más abundantes, sino los más agradables, del mismo modo disfruta no del tiempo más largo, sino del más intenso placer. 2 El que exhorta al joven a una buena vida y al viejo a una buena muerte es un insensato, no sólo por las cosas agradables que la vida comporta, sino porque la meditación y el arte de vivir y de morir bien son una misma cosa. Y aún es peor quien dice: bello es no haber nacido pero, puesto que nacimos, cruzar cuanto antes las puertas del Hades Si lo dice de corazón, ¿por qué no abandona la vida? Está en su derecho, si lo ha meditado bien. Por el contrario, si se trata de una broma, se muestra frívolo en asuntos que no lo requieren. Recordemos también que el futuro no es nuestro, pero tampoco puede decirse que no nos pertenezca del todo. Por lo tanto no hemos de esperarlo como si tuviera que cumplirse con certeza, ni tenemos que desesperarnos como si nunca fuera a realizarse. Del mismo modo hay que saber que, de los deseos, unos son necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que son necesarios y otros tan sólo naturales. De los necesarios, unos son indispensables para conseguir la felicidad; otros, para el bienestar del cuerpo; otros, para la propia vida. De modo que, si los conocemos bien, sabremos relacionar cada elección o cada negativa con la salud del cuerpo o la tranquilidad del alma, ya que éste es el objetivo de una vida feliz, y con vistas a él realizamos todos nuestros actos, para no sufrir ni sentir turbación. Tan pronto como lo alcanzamos, cualquier tempestad del alma se serena, y al hombre ya no le queda más que desear ni busca otra cosa para colmar el bien del alma y del cuerpo. Pues el placer lo necesitamos cuando su ausencia nos causa dolor, pero, cuando no experimentamos dolor, tampoco sentimos necesidad de placer. Por este motivo afirmamos que el placer es el principio y fin de una vida feliz, porque lo hemos reconocido como un bien primero y congénito, a partir del cual iniciamos cualquier elección o aversión y a él nos referimos al juzgar los bienes según la norma del placer y del dolor. Y, puesto que éste es el bien primero y connatural, por ese motivo no elegimos todos los placeres, sino que en ocasiones renunciamos a muchos cuando de ellos se sigue un trastorno aún mayor. Y muchos dolores los consideramos preferibles a los placeres si obtenemos un mayor placer cuanto más tiempo hayamos soportado el dolor. Cada placer, por su propia naturaleza, es un bien, pero no hay que elegirlos todos. De modo similar, todo dolor es un mal, pero no siempre hay que rehuir del dolor. Según las ganancias y los perjuicios hay que juzgar sobre el placer y el dolor, porque algunas veces el bien se torna en mal, y otras veces el mal es un bien. La autarquía la tenemos por un gran bien, no porque debamos siempre conformarnos con poco, sino para que, si no tenemos mucho, con este poco nos baste, pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente la necesitan, y que todo lo que la naturaleza reclama es fácil de obtener, y difícil lo que representa un capricho. Los alimentos frugales proporcionan el mismo placer que los exquisitos, cuando satisfacen el dolor que su falta nos causa, y el pan y el agua son motivo del mayor placer cuando de ellos se alimenta quien tiene necesidad. 3 Estar acostumbrado a una comida frugal y sin complicaciones es saludable, y ayuda a que el hombre sea diligente en las ocupaciones de la vida; y, si de modo intermitente participamos de una vida más lujosa, nuestra disposición frente a esta clase de vida es mejor y nos mostramos menos temerosos respecto a la suerte. Cuando decimos que el placer es la única finalidad, no nos referimos a los placeres de los disolutos y crápulas, como afirman algunos que desconocen nuestra doctrina o no están de acuerdo con ella o la interpretan mal, sino al hecho de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Pues ni los banquetes ni los festejos continuados, ni el gozar con jovencitos y mujeres, ni los pescados ni otros manjares que ofrecen las mesas bien servidas nos hacen la vida agradable, sino el juicio certero que examina las causas de cada acto de elección y aversión y sabe guiar nuestras opiniones lejos de aquellas que llenan el alma de inquietud. El principio de todo esto y el bien máximo es el juicio, y por ello el juicio -de donde se originan las restantes virtudes- es más valioso que la propia filosofía, y nos enseña que no existe una vida feliz sin que sea al mismo tiempo juiciosa, bella y justa, ni es posible vivir con prudencia, belleza y justicia sin ser feliz. Pues las virtudes son connaturales a una vida feliz, y el vivir felizmente se acompaña siempre de virtud. Porque, ¿A qué hombre considerarías superior a aquel que guarda opiniones piadosas respecto a los dioses, se muestra tranquilo frente a la muerte, sabe qué es el bien de acuerdo con la naturaleza, tiene clara conciencia de que el límite de los bienes es fácil de alcanzar y el límite de los males, por el contrario, dura poco tiempo, y comporta algunas penas; que se burla del destino, considerado por algunos señor absoluto de todas las cosas, afirmando que algunas suceden por necesidad, otras casualmente; otras, en fin, dependen de nosotros, porque se da cuenta de que la necesidad es irresponsable, el azar inestable, y, en cambio, nuestra voluntad es libre, y, por ello, digna de merecer repulsa o alabanza? Casi era mejor creer en los mitos sobre los dioses que ser esclavo de la predestinación de los físicos; porque aquéllos nos ofrecían la esperanza de llegar a conmover a los dioses con nuestras ofrendas; y el destino, en cambio, es implacable. Y el sabio no considera la fortuna como una divinidad -tal como la mayoría de la gente cree- , pues ninguna de las acciones de los dioses carece de armonía, ni tampoco como una causa no fundada en la realidad, ni cree que aporte a los hombres ningún bien ni ningún mal relacionado con su vida feliz, sino solamente que la fortuna es el origen de grandes bienes y de grandes calamidades. El sabio cree que es mejor guardar la sensatez y ser desafortunado que tener fortuna con insensatez. Lo preferible, ciertamente, en nuestras acciones, es que el buen juicio prevalezca con la ayuda de la suerte. Estos consejos, y otros similares medítalos noche y día en tu interior y en compañía de alguien que sea como tú, y así nunca, ni estando despierto ni en sueños, sentirás turbación, sino que, por el contrario, vivirás como un dios entre los hombres. Pues en nada se parece a un mortal el hombre que vive entre bienes imperecederos.

jueves, 2 de febrero de 2017

LA PREGUNTA. MITHOS. LOGOS. TRABAJO PRÁCTICO N°3

Pregunta y diálogo
Un rasgo, que es necesario destacar, es la importancia de la palabra y del diálogo como medio de resolución de los conflictos. En la vida ordinaria, las discusiones sobre los temas comunes (por ejemplo, sobre política o fútbol), suelen terminar en insultos, enemistades e incluso a los golpes, dejando la sensación de que se ha perdido el tiempo porque no se han logrado conciliar las distintas perspectivas. En la mayor parte de los casos, este resultado insatisfactorio se debe a que los interlocutores parecen no entenderse o no escucharse, como si no hablasen en el mismo idioma. Esto se debe a que las palabras que se utilizan tienen distintas acepciones, distintos significados. Se utilizan las mismas palabras, pero al utilizarlas con distintos significados, se producen equívocos y desacuerdos, como si se hablase con palabras distintas. O es aún peor, porque si se utilizasen palabras distintas se sabría que hay una diferencia en lo que cada uno está diciendo, en cambio, al hablar con las mismas palabras pareciera que se está hablando de lo mismo cuando no es así. Cuando una palabra tiene distintas acepciones o significados se dice que es equívoca y esto es lo que en general ocurre con todos los términos de la lengua. “Equívoco” no quiere decir que es erróneo o equivocado, sino que tiene distintas acepciones, que significa distintas cosas.
Los griegos se dieron cuenta de esta dificultad inherente al lenguaje y también plantearon una solución a este problema. La solución consistió en la invención de un tipo de preguntas que tenían una misma estructura: “¿qué es esto?” Esta pregunta permite eliminar el equívoco de una palabra porque exige una definición.
La definición consiste en la determinación del significado del término que se está utilizando. Definirlo es “ponerle fin” a la discusión acerca de cuáles son las características que hacen al significado de un término. En lugar de que uno le asigne determinadas características y otro le asigne otras características, la definición “pone fin” a la ambigüedad delimitando los rasgos, de-fin-iendo el término. La definición es siempre la respuesta a esa pregunta: “¿qué esesto?” No solamente qué es la “filosofía”, sino también qué es el “banco”, qué es un “ser humano”, qué es la “sociedad”, qué es la “mujer”, qué es “hablar”... Responder a estas preguntas es definir el término por el que se pregunta.
La definición da por resultado un concepto. El concepto es un término que se ha definido, que se ha delimitado en su significado. Este invento de los conceptos y de la definición, suele atribuirse a Sócrates, un filósofo ateniense que vivió a fines del siglo V a. C.. Sócrates dedicó gran parte de su vida a la molesta actividad de andar preguntando a los otros “¿qué es esto?” Sobre todo preguntaba a la gente que se suponía que sabía sobre esas cosas o sobre esos temas. Lo que hacía era preguntar al que era entendido en alguna cosa, preguntarle sobre eso en lo que era entendido. Por ejemplo, a un juez le preguntaba qué es la justicia, a un político le preguntaba qué es el gobierno, qué es el poder, a un soldado qué es el valor, en qué consiste la valentía, etc.. A los que se suponía que conocían algo, les preguntaba en busca de las respuestas a estas preguntas. A veces, como el equívoco del lenguaje está presente en todas las actividades, estas personas que se suponía que sabían más sobre algún tema o alguna actividad, incurrían en contradicciones: definían los términos de una manera y después, en el curso posterior del diálogo, los definían de otra o de otras. Cuando las distintas definiciones dentro del mismo discurso se excluyen mutuamente, se anulan la una a la otra. Si primero se dice: -”todas las mesas están hechas de madera”- y después se afirma: -“esta mesa no es de madera, sino de metal”-; las dos definiciones no pueden ser ambas verdaderas. En consecuencia, si se pretende mantener las dos, se anulan mutuamente.
Cuando se incurre en una contradicción, todo lo que se dice se anula por ser incoherente y el que estaba hablando queda en ridículo, porque se hace manifiesto que no sabía lo que decía saber18. Esta es una situación bastante incómoda para cualquiera, y por esta razón, las personas que “saben” tratan de evitar a quienes hacen preguntas molestas o se abstienen de hablar para no quedar en ridículo. Esta actividad incómoda que incomoda, llevó a Sócrates a tener que enfrentar un juicio. El juicio se entabló a raíz de tres acusaciones principales: una era introducir nuevos dioses en la polis, otra era no rendir honores a los dioses y otra era corromper a la juventud a través de sus enseñanzas. En ese juicio, Sócrates fue condenado a muerte y él mismo ejecutó la condena del tribunal bebiendo voluntariamente el veneno que acabó con su vida y negándose a huir para salvar la vida al precio de transgredir la ley. Aplicar la pena por propia mano es lo que corresponde a hombres libres, ya que si un hombre libre reconoce que ha obrado indignamente, lo justo es que él mismo se aplique el castigo.
Para Sócrates, la filosofía no tiene que ver con problemas puramente “teóricos” o especulativos ni con situarse en una posición neutra u “objetiva” frente a la realidad. Por el contrario, piensa que el filósofo (o cualquiera que haya alcanzado algún grado de saber) es en la misma medida de su saber un hombre justo, es decir, alguien que está comprometido con las leyes y con las costumbres (ethos) de su comunidad. Sócrates pensaba que la misma coherencia que hay en los hechos naturales o en los discursos verdaderos, debe regir las acciones de un hombre justo. Por esta razón prefirió morir para cumplir con la sentencia del tribunal que lo había condenado a muerte y no ser incoherente con las leyes de su comunidad sobornando a los guardias y huyendo a otra ciudad.
Sócrates decía que necesitaba dialogar con los otros y hacerles preguntas porque “no sabía”. Insistía una y otra vez en que era la propia ignorancia la que lo había conducido a esa actividad molesta. Aconsejaba, sobre todo a los que se consideran más sabios, ponerse en el lugar del que no sabe. Se llama “ironía” a aquella actitud que cuestiona las verdades más arraigadas desde el no saber e “irónico” al que asume tales actitudes.
La ironía socrática, esta actividad de hacer preguntas desde el lugar del no saber, ha quedado como un ejemplo y como un modelo para toda la filosofía posterior, y desde entonces se ha considerado a la filosofía como algo molesto, como una actividad que incomoda. El mismo Sócrates hablaba de esta incomodidad y se comparaba con un tábano que molesta al buey y no lo deja dormir. Así también Sócrates molestaba a la polis de Atenas, para que no se durmiera, para que no aceptara su forma de vida sin evaluarla, sin cuestionarla. La filosofía es esta actividad que molesta a los ciudadanos de la polis y no los deja dormirse ni dejarse llevar por las costumbres, por los hábitos, por las creencias imperantes. Vuelve a preguntar cada vez: “Vivimos de manera más justa que los otros, pero ¿qué es la justicia?” “Somos más valerosos que aquellos a los que derrotamos en la batalla, pero ¿qué es el valor?” Volvía a preguntar lo que se daba por obvio, lo que se daba por natural, por sabido, por conocido. Sócrates dedicó su vida a esta actividad de hacer preguntas o, por lo menos, a hacer cierto tipo de preguntas, porque no todas las preguntas tienen el mismo efecto “molesto”, no todas las preguntas incomodan de esta manera. El tipo de preguntas que producen ese efecto son, por ejemplo, “¿qué es esto?” o también: “¿por qué es esto?”, o sea, ¿cuál es la causa?, ¿cuál es el motivo? o ¿cuál es la razón? El hacer este tipo de preguntas es una actividad a la que se ha llamado “filosofía”.

 Distinción entre mithos y lógos: el saber de los sofos y la filosofía
El término “filosofía”, es bastante tardío, porque lo comienza a utilizar recién Platón. No se usaba todavía en el tiempo de Sócrates (que es una generación anterior a Platón). Entonces no se hablaba de filósofos ni de filosofía sino de sofistas. Los sofistas eran un tipo de sabios, eran personas que habían desarrollado algún saber en alguna actividad o en algún oficio. Antes de los sofistas, se hablaba del sofos, del “sabio”. El sofos es el sabio en el ámbito mítico-religioso, alguien que tiene un saber que no es propiamente humano sino divino. Según el significado que tenía en tiempos de Platón, el sofos tenía un saber que le era “inspirado” por los dioses. Los poetas son sofos en este sentido, pues lo que dice el poeta no se basa en su propio saber sino en lo que le es “inspirado”, en lo que le “sopla” el dios. El poeta dice lo que el dios le manda decir. En ese sentido la sabiduría de los poetas es tomada como una sabiduría divina.
El saber de los sofos, de los sabios, es anterior a la filosofía: es un saber que podemos llamar mítico o mítico-religioso. Mithos es un término griego que significa “palabra”, “relato”, “cuento”. Los mitos relatan el origen de la realidad o de alguna cosa de la realidad, y siempre ese origen remite a un tiempo originario, a un tiempo primordial en el cual intervinieron los dioses. En el origen de todas las cosas siempre hay algún tipo de intervención divina.
Para los griegos, los dioses no estaban más allá del kosmos o del universo de cosas que existen, sino que eran parte del universo. En su concepción, el kosmos está formado por los dioses, los hombres, los animales, los vegetales y los minerales, es decir, por todos los seres que existen. Los dioses no están en un ámbito más allá del kosmos (no son “trascendentes” al universo) sino que están dentro del kosmos, y de alguna forma conviven con los hombres, incluso se mezclan, se pelean, engañan, envidian, se aman, entre ellos y con los hombres. Hay una comunicación y una circulación entre el ámbito del humano y el ámbito de lo divino. Hay hombres que se divinizan, hay dioses que se vuelven mortales, porque estos ámbitos no están separados, como en la tradición judeo-cristiana, donde ambos niveles son inconmensurables, porque nada de lo creado puede abarcar o contener al Creador. Lo que distingue a los dioses de los hombres en la tradición griega, en cambio, es que los primeros son inmortales y los segundos son mortales. Los dioses inmortales conocen el destino y los mortales lo padecen, o lo conocen padeciendo. No obstante, tanto los dioses como los hombres están sujetos al destino, aunque los inmortales, al conocer el destino pueden evitar ser perjudicados o destruidos por él, en cambio, los mortales siempre acceden tardíamente al conocimiento.
El mito siempre tiene que ver con alguna intervención de los dioses que ha dado origen a alguna realidad, por eso se trata de una explicación que podemos llamar “genética”: cómo algo se ha generado a partir de la intervención del dios. El mito no tenía para los griegos el significado que ha llegado a tener después del siglo XVIII: el de relato falso. Al contrario, el mito es la “palabra verdadera”. Es la palabra que dice cómo verdaderamente son las cosas, y no cómo se nos aparecen. El mito relata cómo algo se ha generado y en ese sentido es real, es la verdadera realidad, no es una fantasía o una alucinación o una ficción, que en definitiva es falsa. La palabra mithos significa, entonces, “palabra verdadera”, es el relato del origen de la verdadera realidad.
También el término griego lógos significa “palabra” y “palabra verdadera”. De lógos, que se suele traducir por “razón”, deriva el término castellano “lógica”. Lógos, al igual que mithos, significa palabra, sólo que es una palabra que tiene otra estructura, porque ya no remite a este origen divino sino que se refiere al orden de las cosas, el orden de la realidad, desde su fundamento. Conociendo el fundamento, se puede también abarcar todo lo que está sostenido sobre ese fundamento. La pretensión del lógos es conocer las cosas como son, conocer la realidad.
La filosofía surgió con la exigencia del conocimiento de la realidad de las cosas tal como son, más allá de lo que parecen ser. El parecer remite a un observador: lo que parece es siempre para mí o para alguien. Por esta razón, siempre hay una multiplicidad de pareceres o de puntos de vista sobre las cosas, pero la realidad es única. Las cosas son tal como son en realidad, independientemente del punto de vista. Si es posible conocer la realidad de las cosas, eso real tiene que ser único y permanente, tiene que ser siempre lo mismo, no puede cambiar, porque de lo contrario, el conocimiento verdadero no sería posible. Con el fin de evitar los equívocos y posibilitar la comunicación, hasta que pueda encontrarse una definición más adecuada, se va a entender por “verdad”, cuando lo que se dice o lo que se afirma se corresponde o coincide con lo que las cosas son en realidad. Cuando lo que se dice no coincide con la realidad, entonces, lo que se dice es falso.
Resta aclarar qué significa “realidad”. Algunos entienden por la realidad lo que puede ser percibido por los sentidos. En esta acepción, la verdad consistirá en que lo que se diga coincida con lo que se percibe por los sentidos. Pero, los antiguos griegos argumentaban que no puede ser real lo que es y no es, lo que a veces parece de una manera y otras veces parece de otra. Sostenían que la realidad tiene que ser permanente, que no puede ser cambiante, porque si la realidad fuese cambiante, entonces, no podría haber verdad. Si alguien dijese: -“esta cosa real tiene esta característica”-, y la cosa nombrada cambiase, lo que se dijo ya no coincidiría con la “cosa”, que dejó de ser la que era, porque cambió. Sólo puede ser conocido verdaderamente lo que es permanente y sólo a eso hay que llamar real o realidad. La consecuencia que se desprende de esto es que aquello que cambia no es real, porque de lo contrario, la realidad sería incognoscible. No puede haber distintos significados que se refieran a la misma realidad. Si hubiere más de uno, sólo uno podría se adecuado a la realidad. A los otros les sobrará algo o les faltará algo, pero no pueden coincidir dos distintos con la cosa tal como es. El color de la rosa puede cambiar porque no es más que una apariencia, el producto de la percepción, pero la rosa es siempre lo mismo. Si variase alguna de sus características ya no se trataría de una rosa sino de alguna otra flor. La “cosa” rosa es siempre lo mismo. La rosa real es siempre la misma aunque cambien las apariencias. Se podrán observar distintos colores, distintas formas, pero la rosa es siempre la rosa. La rosa tiene determinadas características propias independientemente de que yo la conozca o de que la conozca alguien. La pretensión de la filosofía es conocer lo permanente, o sea, lo real, conocer la realidad.
PARA PENSAR
1. ¿Cuál es la función de la pregunta en filosofía?
2. ¿A qué se llama “ironía” socrática?
3. ¿Por qué molestaba Sócrates?
4. ¿Qué es un mito?
5. ¿Qué es el logos?

6. ¿Cuál es la relación entre lógos y mythos?

miércoles, 1 de febrero de 2017

COMIENZO Y ORIGEN DE LA FILOSOFÍA. FILOSOFÍA Y POLIS. TRABAJO PRÁCTICO 1

El comienzo y el origen de la filosofía
Cuando preguntamos: ¿qué es la filosofía?, aquello por lo que preguntamos (la filosofía) procede de Grecia, pero también el modo cómo preguntamos tiene la misma procedencia. Hacer preguntas como: “¿qué es esto?”, es algo que inventaron los antiguos griegos. Pero, es necesario precisar un poco más este tipo de preguntas, puesto que tiene muchos significados. “Podemos preguntar: ¿qué es eso allá a lo lejos? Recibimos la respuesta, por ejemplo: eso es un árbol. La respuesta consiste en que damos su nombre a una cosa que no (re)conocemos bien.”
“Sin embargo, podemos seguir preguntando: ¿Qué es eso que llamamos «árbol»? Con la pregunta formulada ahora llegamos ya a la proximidad del qué es griego. Es aquella forma del preguntar que desarrollaron Sócrates, Platón y Aristóteles. Preguntan, por ejemplo: ¿Qué es lo bello? ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es el movimiento?”. Cuando, según el modo de preguntar de la filosofía que procede de los griegos, preguntamos “¿qué es esto?”, no pedimos que se nos instruya sobre el nombre de esa cosa, sino que queremos saber cuál es su ser, en qué consiste su esencia. Por ejemplo, en qué consiste lo bello, cuál es la esencia del conocimiento, cuál es el modo de ser propio de la naturaleza.

Preguntar “¿qué es la filosofía?”, implica remitirnos a una tradición, a un camino histórico, que comienza cuando esta actividad que llamamos “filosofía” fue inventada y que se desenvuelve hasta la actualidad cada vez que se vuelve a preguntar “¿qué es esto?”. Nos encontramos así con una historia de la filosofía, que comienza en algún lugar en las islas del mar Jónico hacia el siglo VII a. C. y que se extiende hasta la actualidad.
Cuando se investiga cómo comenzó algo, hay que remitirse a su historia; pero cuando se pregunta por el origen de algo, lo que se busca es el impulso o la motivación que mueve a ese algo, que lo ha originado. ¿Cuál es el origen de la filosofía? Es un impulso múltiple: Platón y Aristóteles decían que es el asombro el que lleva (no sólo en sus comienzos, sino siempre que se hace filosofía) a los hombres a filosofar. El asombro es la pasión -o mejor, el temple de ánimo- que mueve a la filosofía. El asombro nos impele a conocer porque nos hace patente la conciencia de no saber.
Para Descartes, el origen de la filosofía estaba en la duda. Dudar es poner a prueba una supuesta verdad. Para Descartes, aquello que impulsa a los hombres hacia la filosofía es la búsqueda de una verdad evidente, de un fundamento seguro y firme, que permita deshacerse de los prejuicios, de las opiniones infundadas y de toda autoridad externa. La duda impulsa a conocer porque expresa la necesidad de seguridad, de certeza, de fundamento. Karl Jaspers admite un tercer origen de la filosofía en lo que llama “la conmoción del hombre y de la conciencia de estar perdido”: hay ciertas situaciones límites (la muerte, el dolor, el azar, la lucha, la culpa, la desconfianza respecto del mundo) a las que reaccionamos (cuando podemos tomar conciencia de ello) con la desesperación y la conversión: “llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser.”
“Dicho de otra manera: el hombre busca la salvación. Esta se la brindan las grandes religiones universales de la salvación. La nota distintiva de éstas es el dar una garantía objetiva de la verdad y realidad de la salvación. El camino de ella conduce al acto de la conversión del individuo. Esto no puede darlo la filosofía. Y sin embargo, es todo filosofar un superar el mundo, algo análogo a la salvación”.
Finalmente, el escritor argentino José Pablo Feinmann sostuvo que el origen de la filosofía está en la desesperanza. Ella “aparece en ciertos singulares momentos: cuando se siente que la historia no juega, necesariamente, del lado de uno, que nada tiene que ver con el progreso indefinido, que tiene avances pero también dolorosos y hasta cruentos retrocesos; cuando no se ve el horizonte ni se sabe cómo inventarlo. Aquí aparece. Cuando alcanzan los dedos de una mano para enumerar nuestras certezas”. La desesperanza nos mueve a conocer porque nos hace darnos cuenta de nuestra finitud, de nuestra limitación y de nuestra impotencia.

Polis y filosofía
¿Qué es la filosofía? Martin Heidegger dice que tanto la palabra “filosofía” como la pregunta “¿qué es...?” hablan en griego. Cuando dice que hablan en griego, no se refiere a que hayan sido inventadas por las griegos o expresadas en ese idioma, sino que tienen que ver con algo propio de los griegos y que no se puede comprender del todo sin tomar conciencia de lo que los griegos vivían.
Para comprender lo que quiso decir Heidegger, hay que considerar que la filosofía nace ligada a otro invento típicamente griego como es la polis. El término polis no tiene una traducción que sea adecuada. Se lo suele traducir por “ciudad” o por “ciudad-estado”, pero ambas traducciones son inapropiadas por lo siguiente: cuando se traduce por “ciudad” se tiene la idea de un conjunto de edificios, calles, plazas, barrios, avenidas, etc; a diferencia de otros lugares donde no hay edificios como, por ejemplo, el campo. Pero la polis no tiene que ver con la urbe, sino con una forma de vida particular que surgió entre los griegos, alrededor de lo que podríamos llamar la plaza pública o el ágora.
Traducir polis por “ciudad-estado” tampoco es adecuado, porque se entiende por Estado el aparato administrativo, el gobierno de una comunidad. Así entendido, el Estado se contrapone, en general, a la sociedad, que es el conjunto de los hombres que viven en común. La polis no es una forma de gobierno (ha habido diferentes formas de gobierno de la polis), sino que hace referencia a cómo los griegos se organizaron a sí mismos en comunidad. La polis es la forma propia de los griegos de la vida en común. Es una institución inédita en la antigüedad. No existía, antes de los griegos, una forma de vida como la que se desarrolló en las polis.
¿Qué es lo inédito en la polis? Todas las formas de organización de los pueblos anteriores asumían que había alguien que por alguna razón natural o sobrenatural estaba destinado a mandar sobre los demás y era el que tomaba las decisiones y establecía las leyes. En todas las formas anteriores de vida en común, la decisión acerca de qué era lícito y qué no era lícito, qué se podía hacer y qué no, quién vivía y quién moría, estaba en manos de un solo hombre, ya sea el emperador, el rey, el faraón, etc.. El poder se concentraba en uno y los demás se encontraban subordinados a las decisiones de este uno. Los griegos, en cambio, inventaron una institución en la que todos los ciudadanos (politai) participaban en común en las decisiones sobre los problemas comunes. No se trata de discutir acerca de todos los problemas: por ejemplo, si alguien quiere comprar un par de zapatos más caros o más baratos o si trata bien o mal a mis hijos o si tiene una situación próspera o se encuentra en la miseria; ello sólo incumbea él y a su familia o a grupo de pertenencia, pero no es algo común a todos los ciudadanos. Pero si el gobierno oprime a los ciudadanos o si atacan los persas o si la sequía ha hecho que se pierdan las cosechas, no son problemas de un ciudadano o de una familia o de un barrio, porque los que viven en el centro como los que viven en la periferia tienen el mismo problema si el gobierno no respeta las libertades o si invaden los persas o si no hay alimentos suficientes.
Los problemas que son comunes a todos requieren ser discutidos y resueltos en común. La forma de resolver este tipo de problemas que los griegos inventaron, es abrir un ámbito, un lugar, donde cada uno pueda plantear libremente los proyectos de solución para que, después de deliberar en común, todos los ciudadanos puedan resolver lo que se va a hacer. Por supuesto, para que esto pueda llevarse a cabo, son necesarias varias condiciones. La primera de ellas es que se haya renunciado a tomar decisiones por medio de la violencia. Si se creyese que el que tiene más fuerza es el que tiene el derecho a decidir en última instancia, entonces, siempre los que estén en una posición de debilidad, estarán excluidos de la decisión. En definitiva, las cuestiones se definirían de la misma manera que en culturas anteriores: arbitrariamente. La primera condición para que este sistema funcione, entonces, es que se haya renunciado a hacer la voluntad a través de la fuerza, de la violencia.
Una segunda condición es que los proyectos y los planteos que cada uno haga, sean mediatizados por la palabra. Esta es la razón por la cual, en la Antigua Grecia, la palabra y la deliberación empiezan a tener un papel preponderante en la organización de una comunidad. Anteriormente, sólo tenía relevancia la palabra de Dios o la palabra del Rey. Era una palabra que mandaba, que daba órdenes y que reclamaba obediencia incondicional. Pero, con los griegos, no basta con obedecer las órdenes que se imparten, sino que además hay que encontrar una forma por la cual la mejor solución sea la que todos acepten y obedezcan, y para esto es necesario dar argumentos, es decir, poder fundamentar lo que se dice. Si alguien cree que sabe lo que hay que hacer ante un problema determinado, tiene que dar algún tipo de argumentos para mostrar que esa solución es mejor que la que propone otro.
La preeminencia de la palabra, que comienza a aparecer como una condición de la vida en la polis, implica también un cierto ordenamiento o jerarquización de las palabras y esto es lo que podemos llamar la “lógica argumentativa”. Este tipo de resolución de problemas a través del diálogo, de la discusión o de la argumentación se vincula directamente con la filosofía.
La filosofía es, en alguna medida, una especie de ordenamiento, de sistematización de estos procedimientos, de estos métodos, por los cuales se busca la verdad. Se trata de una verdad que no está inmediatamente ligada al poder, que no depende del poder, como era en todas las concepciones antiguas, anteriores a la de los griegos, en las cuales el lugar del poder y el de la verdad coincidían. A veces, estos lugares aparecen poco diferenciados, como cuando al lado del rey está el brujo, el sacerdote, el mago o algún otro personaje que encarna el “saber”. En esos ejemplos, el poder y el saber aparecen personalizados en dos individuos distintos. De todas maneras el saber es como una función del que detenta el poder. El sabio solamente presta su palabra y da sus consejos, pero el que toma las decisiones en definitiva es el rey.
En la polis, el ámbito del poder y del saber se disocian, es decir que aunque alguien no tenga mayor fuerza o poder que otros, sin embargo, puede volcar la decisión del conjunto a su favor, si su propuesta es mejor, si la puede justificar de la mejor manera o si puede convencer al conjunto. Es decir que, desde el comienzo, la filosofía aparece vinculada a esta forma de organización de la comunidad, que podemos llamar “democrática”, entendiendo por tal cuando el conjunto participa en la toma de decisiones de lo que es común a todos ellos. No hay que confundir este significado con el de la democracia moderna, representativa, con parlamento, partidos políticos, etc. A diferencia de la democracia moderna, la organización de la polis griega requiere una participación directa. No hay representantes sino que cada uno de los ciudadanos ocupa su lugar, tiene su p Esta forma de organización de la vida que inventaron los griegos hace posible la autonomía en las decisiones. “Autónomo” es el que se da las leyes a sí mismo, el que no depende de las órdenes de otro, el que no depende de la decisión que toma el otro, sino que hace lo que decide por sí, conjuntamente con otros. Por esta razón, tanto la polis como la filosofía son muy recelosas de la autonomía y la valoran por sobre todas las cosas. De manera tal que toda actividad que no sea autónoma, que sea una actividad dependiente, subordinada, es algo despreciable. Si alguien realiza alguna cosa que “sirve para” tal otra, lo que tiene valor es esa otra cosa para la cual se está haciendo la actividad, no la actividad misma. Entonces, una actividad que está en función de otra cosa, una actividad que “sirve para”, por definición, no es valiosa en sí misma, porque no es autónoma, no vale por sí misma, vale por la otra hacia la que se dirige y de la cual depende. En la cultura actual suele preponderar la valoración inversa: lo que “vale” es aquello “que sirve”, a tal punto que resulta difícil encontrar ejemplos de actividades que valgan por sí mismas.
Estos rasgos que se han señalado como característicos de las polis griegas, se han obtenido destacando las semejanzas y prescindiendo de las diferencias históricas concretas, es decir, por abstracción. Las instituciones concretas evolucionan a través de los siglos, transitando por situaciones diversas: no son iguales al comienzo, en el curso de su desarrollo histórico o al final. La polis real fue pasando por diferentes grados y formas de participación, más o menos populares, más o menos violentas. Si se hace abstracción de los momentos particulares del desarrollo histórico de la polis, puede decirse que participaban todas las clases sociales. Por otro lado, no hay que olvidar que los ciudadanos participantes en las decisiones comunes no son todos los habitantes sino sólo los varones nativos mayores de edad.
Cada polis es autónoma con respecto a las otras. La polis es una institución local, está circunscripta a un lugar, a diferencia de una nación o un imperio que integra distintas regiones, lugares u organizaciones. La polis es una organización local, en la que sólo tienen participación los que han nacido en ese lugar. Los extranjeros, si son nativos de otra polis, tienen derecho a hablar pero no a decidir, no votan. Los niños, las mujeres y los esclavos no participaban de la asamblea ni podían hablar en ella. No eran considerados ciudadanos. En consecuencia, los “ciudadanos” eran solamente los varones nativos adultos (los que han pasado la adolescencia, los que pueden procrear y combatir).
Un primer rasgo que hay que tener en cuenta, entonces, es esta vinculación esencial entre el nacimiento de la filosofía, entendida como la exigencia de argumentar con razones y de deliberar en común y este funcionamiento de la institución de la polis: la resolución de los problemas comunes en común.

PARA PENSAR
1. ¿Cuál es el comienzo de la filosofía?
2. ¿Cuáles son los orígenes de la filosofía?
3. ¿Qué quiere decir que el término “filosofía” habla en griego?
4. ¿Cuáles son las condiciones que hacen posible el funcionamiento de la polis?
5. ¿Por qué la autonomía y la libertad son valores fundamentales para la polis y para la filosofía?
6. ¿Qué relación hay entre la “razón”, la polis y la filosofía?


TRABAJO PRÁCTICO 1: PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA


TRABAJO PRÁCTICO 1 ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


Nos pasamos la vida haciendo preguntas: ¿qué hay esta noche para cenar?, ¿cómo se llama esa chica?, ¿cuál es la tecla de la computadora para «borrar»?, ¿cuánto son cincuenta por treinta?, ¿cuál es la capital de Honduras?, ¿adónde iremos de vacaciones?, ¿quién agarró mi celu?, ¿has estado en París?, ¿a qué temperatura hierve el agua?, ¿me quieres?

Necesitamos hacer preguntas para saber cómo resolver nuestros problemas, o sea, cómo actuar para conseguir lo que queremos. En una palabra, hacemos —y nos hacemos— preguntas para aprender a vivir mejor. Quiero saber qué voy a comer, adónde puedo ir, cómo es el mundo, qué tengo que hacer para viajar en el menor tiempo posible a casa o a donde viven mis amigos, etcétera. Si tengo inquietudes científicas, me gustaría saber cómo hacer volar un avión o cómo curar el cáncer. De la respuesta a cada una de esas preguntas depende lo que haré después: si lo que quiero es ir a Nueva York y pregunto cómo puedo viajar hasta allí, será muy interesante enterarme de que en avión tardaré seis horas, en barco dos o tres días y a nado aproximadamente un año, si los tiburones no lo impiden. A partir de lo que aprendo con esas respuestas tan informativas, decidiré si prefiero comprarme un billete de avión o un traje de baño.

¿A quién tengo que hacer esas preguntas tan necesarias para conseguir lo que quiero y para actuar del modo más práctico posible? Pues deberé preguntar a quienes saben más que yo, a los expertos en cada uno de los temas que me interesan: a los geógrafos si se trata de geografía, a los médicos si es cuestión de salud, a los informáticos si no sé por qué se me bloquea el ordenador, a la agencia de viajes para organizar lo mejor posible mi paseo por Nueva York, etcétera. Afortunadamente, aunque uno ignore muchas cosas, estamos rodeados de sabios que pueden aclararnos la mayoría de nuestras dudas. Lo importante es acertar con la persona a la que vamos a preguntar. Porque el carpintero no nos servirá de nada en cuestiones informáticas ni el mejor entrenador de fútbol sabrá quizá aclararnos cuál es la ruta más segura para escalar el Everest. De modo que la primera pregunta, anterior a cada una de las demás, es: ¿quién sabe más de esta cuestión que me interesa?, ¿dónde está el experto que puede darme la información útil que necesito? Y en cuanto lo tengamos localizado —sea en persona, en un libro, en Wikipedia o como fuere—, ¡a por él sin contemplaciones, hasta que suelte lo que quiero saber!

Como normalmente pregunto para saber qué debo hacer, en cuanto conozco la respuesta me pongo manos a la obra y la pregunta en sí misma deja de interesarme. ¿A qué temperatura hierve el agua?, pregunto, porque resulta que quiero cocerme un huevo para desayunar. Cuando lo sé, pongo el microondas a esa temperatura y me olvido de lo demás. ¡Ah, y luego me como el huevo! Sólo quiero saber para actuar: cuando ya sé lo que debo hacer, tacho la pregunta y paso a otra cuestión urgente.
Pero… ¿y si de pronto se me ocurre una pregunta que no tiene nada que ver con lo que voy a comer, ni con mis viajes, ni con las prestaciones de mi celular, ni siquiera con la geografía, la física o las demás ciencias que conozco? Una pregunta con la que no puedo hacer nada y con la que no sé qué hacer… ¿entonces, qué?
Vamos con otro ejemplo, para entendernos…  Supón que le preguntas a alguien qué hora es. Se lo preguntas a alguien que tiene un buen reloj, claro. Quieres saber la hora porque vas a tomar un tren o porque tienes que poner la tele cuando empiece tu programa favorito o porque has quedado con los amigos para ir a bailar, lo que prefieras. El dueño del reloj estudia el cacharro que lleva en su muñeca y te responde: «Las seis menos cuarto». Bueno, pues ya está: el asunto de la hora deja de preocuparte, queda cancelado.

Pero imagínate que en lugar de preguntar «¿qué hora es?» se te ocurre la pregunta «¿qué es el tiempo?». Ay, caramba, ahora sí que empiezan las dificultades.
Porque, para empezar, sea el tiempo lo que sea vas a seguir viviendo igual: no saldrás más temprano ni más tarde para ver a los amigos o para tomar el tren. La pregunta por el tiempo no tiene nada que ver con lo que vas a hacer sino más bien con lo que tú eres. El tiempo es algo que te pasa a ti, algo que forma parte de tu vida: quieres saber qué es el tiempo porque pretendes conocerte mejor, porque te interesa saber de qué va todo este asunto —la vida— en el que resulta que estás metido.
Preguntar «¿qué es el tiempo?» es algo parecido a preguntar «¿cómo soy yo?». No es una cuestión nada fácil de responder…
Segunda complicación: si quieres saber qué es el tiempo… ¿a quién se lo preguntas?, ¿a un relojero?, ¿a un fabricante de calendarios? La verdad es que no hay especialistas en el tiempo, no hay «tiempólogos». A lo mejor un científico te habla de la teoría de la relatividad y del tiempo en el espacio interplanetario; un antropólogo puede explicarte las diferentes formas de medir el paso del tiempo que han inventado las sociedades; y un poeta te cantará en verso la nostalgia del tiempo que se fue y de lo que se llevó con él… Pero tú no te conformas con ninguna de esas opiniones parciales porque lo que te gustaría saber es lo que el tiempo realmente es, sea en el espacio interplanetario, en la historia o en tu biografía. ¿De qué va el tiempo… y por qué se va? No hay expertos en este tema, pero en cambio la cuestión puede interesarle a cualquiera como tú, es decir, a cualquier otro ser humano. De modo que no hace falta que te empeñes en encontrar a un sabio para que te resuelva tus dudas: mejor será que hables con los demás, con tus semejantes, con otros preocupados como tú. A ver si entre todos encontráis alguna respuesta válida.
Te señalo otra característica sorprendente de esta interrogación que te has hecho. A diferencia de las demás preguntas, las que dejan de interesarte en cuanto te las contesta el que sabe del asunto, en este caso la cuestión del tiempo te intriga más cuanto más te la intentan responder unos y otros. Las diversas contestaciones aumentan cada vez más tu curiosidad por el tema en lugar de liquidarla: se te despiertan las ganas de preguntar más y más, no de renunciar a preguntar.
Y no creas que se trata sólo de la pregunta por el tiempo; si quieres saber qué es la libertad, o la muerte, o el Universo, o la verdad, o la naturaleza o… algunas otras grandes cosas así, te ocurrirá lo mismo. Como verás, no son ni mucho menos temas «raros»: ¿acaso es una cosa extravagante o insólita la muerte o la libertad? Pero tampoco son preguntas corrientes, o sea que no son prácticas, ni científicas: son preguntas filosóficas. Llamamos «filosofía» al esfuerzo por contestar esas preguntas y por seguir preguntando después, a partir de las respuestas que has recibido o que has encontrado tú mismo. Porque una característica de ponerse en plan filosófico es no conformarse fácilmente con la primera explicación que tienes de un asunto, ni con la segunda, ni siquiera con la tercera o la cuarta.
Encontrarás gente que para todas estas preguntas te va a prometer una respuesta definitiva y total, ya verás. Ellos saben la verdad buena y garantizada sobre cada duda que tengas porque se la contó una noche al oído Dios, o quizá un mago tipo Gandalf o Dumbledore, o un extraterrestre de lo más alucinante con ganas de hacer favores. Los conocerás enseguida porque te dirán que no preguntes más, que no te empeñes en pensar por tu cuenta, que tengas fe ciega y que aceptes lo que ellos te enseñan.
Ningún filósofo auténtico te exigirá que creas lo que no entiendes o lo que él no puede explicarte.
La filosofía es una forma de buscar verdades y denunciar errores o falsedades que tiene ya más de dos mil quinientos años de historia. Cada uno de los filósofos de los que hablaremos pensó sobre asuntos que también te interesan a ti, porque la filosofía se ocupa de lo que inquieta a todos los seres humanos. Pero ellos pensaron según la realidad en que vivieron, que no es igual a la tuya: o sea, las preguntas siguen vigentes en su mayor parte (¿qué es la verdad, la muerte, la libertad, el poder, la naturaleza, el tiempo, la belleza?, etcétera), aunque no conocieron, ni siquiera imaginaron la bomba atómica, los teléfonos móviles, Internet ni los videojuegos. ¿Qué significa esto? Pues que pueden ayudarte a pensar pero no pueden pensar en tu lugar: han recorrido parte del camino y gracias a ellos ya no tienes que empezar desde cero, pero tu vida humana en el mundo en que te ha tocado vivirla tienes que pensarla tú… y nadie más. Esto es lo más importante, para empezar y también para acabar: nadie piensa completamente solo porque todos recibimos ayuda de los demás humanos, de quienes vivieron antes y de quienes viven ahora con nosotros… pero recuerda que nadie puede pensar en tu lugar ni exigir que te creas a pies juntillas lo que dice y que renuncies a pensar tú mismo.

PARA PENSAR

1)    ¿Qué diferencias podés establecer entre las preguntas de orden práctico o cotidiano y la pregunta filosófica?
2)    ¿De qué sirve estudiar filosofía de hace más de 2000 años?
3)    ¿Por ningún filósofo puede pedirte que creas en él?
4)    ¿Por qué nadie puede pensar por vos?

UNIDAD I:¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?. TEMA 1: LA FILOSOFÍA NO SIRVE PARA NADA.

“LA FILOSOFÍA NO SIRVE PARA NADA”


En la época actual de los grandes avances tecnológicos, internet, aceleradores de partículas….¿ qué INFORMACIÓN podemos recibir de la filosofía?
NINGUNA
La filosofía es incompatible con las noticias y la información está hecha de noticias. Por ejemplo recibimos esta noticia con la siguiente información:
“Según la OMS cada día mueren 10.000 niños por desnutrición”
Opiniones posibles:
 -es un desajuste del ciclo macroeconómico global.
-es a causa de la superpoblación;
-es por el injusto reparto de bienes;
-es voluntad de Dios;
-es la fatalidad del destino;
-alguien podría decir: ¡en qué mundo vivimos!
Pero si cambiamos los signos podemos decir:
¿en qué mundo vivimos?
La respuesta científica podría ser:
-En el planeta Tierra
Una respuesta económica:
-en un mundo de injusticia en la distribución de la riqueza
Una respuesta religiosa:
-un mundo de pecadores.
Pero esto: NO EXPLICA QUE SIGNFICA ESTA INFORMACIÓN, NECESITAMOS UNA PREGUNTA FILOSÓFICA.

Diferencia FILOSOFÍA-CIENCIA.
Podemos distinguir tres niveles de entendimiento:
INFORMACIÓN                        Presenta hechos y mecanismos primarios.



CONOCIMIENTO                        Reflexiona sobre la información recibida, jerarquizando
                                             Su importancia y busca principios generales para                
                                             Ordenarlos.




SABIDURÍA                         Vincula el conocimiento con las opciones vitales o con valores
                                      Que podemos elegir, intentando establecer cómo vivir mejor de
                                    Acuerdo con lo que sabemos.

La Ciencia toma: INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO.
La Filosofía toma: CONOCIMIENTO Y SABIDURÍA.
Tanto la filosofía como la ciencia intentan responder preguntas. Entre sus orígenes estuvieron unidas. Pero…
La ciencia pretende explicar cómo esta hechas las cosas y cómo funcionan y la filosofía se centra en el qué significa para nosotros.
CIENCIA                                                           FILOSOFÍA
-Punto de vista impersonal.                           –El conocimiento tiene un sujeto
-Qué hay y qué sucede                                  -Cómo impacta en nosotros
-Multiplica perspectivas                                  -Enmarca saberes
-busca saberes sin suposiciones                     -Quiere saber si nuestros saberes son
                                                                 Verdaderos o ignorancia disfrazada.
-Se apoya en saberes anteriores                    -Es un camino solitario

Mientras la historia se pregunta por ejemplo : ¿qué sucedió con el hombre en la prehistoria? La filosofía se pregunta ¿qué es el tiempo?
Mientras la matemática se pregunta ¿qué relación hay entre los números racionales? La filosofía se pregunta ¿qué son los números?
Mientras la física se pregunta: ¿cómo es la estructura de un átomo? La filosofía se pregunta ¿cómo podemos saber qué hay dentro de nuestra mente?
Mientras la psicología se pregunta: ¿ cómo aprenden a leer los chicos? La filosofía se pregunta ¿qué es el lenguaje?
La ciencia da SOLUCIONES la filosofía da RESPUESTAS QUE NO SOLUCIONAN.
Las respuestas filosóficas NO solucionan las preguntas de lo real sino que más bien cultivan la pregunta y no ayuda a seguir preguntando.
DOS COSAS IMPORTANTES
1)    Uno puede investigar científicamente por otro pero no puede pensar filosóficamente por otro.
2)    Los avances científicos tienen como objetivo mejorar nuestro conocimiento de la realidad mientras que filosofar ayuda a transformar y ampliar la visión personal del mundo de quien se dedica a esa tarea.