jueves, 2 de febrero de 2017

LA PREGUNTA. MITHOS. LOGOS. TRABAJO PRÁCTICO N°3

Pregunta y diálogo
Un rasgo, que es necesario destacar, es la importancia de la palabra y del diálogo como medio de resolución de los conflictos. En la vida ordinaria, las discusiones sobre los temas comunes (por ejemplo, sobre política o fútbol), suelen terminar en insultos, enemistades e incluso a los golpes, dejando la sensación de que se ha perdido el tiempo porque no se han logrado conciliar las distintas perspectivas. En la mayor parte de los casos, este resultado insatisfactorio se debe a que los interlocutores parecen no entenderse o no escucharse, como si no hablasen en el mismo idioma. Esto se debe a que las palabras que se utilizan tienen distintas acepciones, distintos significados. Se utilizan las mismas palabras, pero al utilizarlas con distintos significados, se producen equívocos y desacuerdos, como si se hablase con palabras distintas. O es aún peor, porque si se utilizasen palabras distintas se sabría que hay una diferencia en lo que cada uno está diciendo, en cambio, al hablar con las mismas palabras pareciera que se está hablando de lo mismo cuando no es así. Cuando una palabra tiene distintas acepciones o significados se dice que es equívoca y esto es lo que en general ocurre con todos los términos de la lengua. “Equívoco” no quiere decir que es erróneo o equivocado, sino que tiene distintas acepciones, que significa distintas cosas.
Los griegos se dieron cuenta de esta dificultad inherente al lenguaje y también plantearon una solución a este problema. La solución consistió en la invención de un tipo de preguntas que tenían una misma estructura: “¿qué es esto?” Esta pregunta permite eliminar el equívoco de una palabra porque exige una definición.
La definición consiste en la determinación del significado del término que se está utilizando. Definirlo es “ponerle fin” a la discusión acerca de cuáles son las características que hacen al significado de un término. En lugar de que uno le asigne determinadas características y otro le asigne otras características, la definición “pone fin” a la ambigüedad delimitando los rasgos, de-fin-iendo el término. La definición es siempre la respuesta a esa pregunta: “¿qué esesto?” No solamente qué es la “filosofía”, sino también qué es el “banco”, qué es un “ser humano”, qué es la “sociedad”, qué es la “mujer”, qué es “hablar”... Responder a estas preguntas es definir el término por el que se pregunta.
La definición da por resultado un concepto. El concepto es un término que se ha definido, que se ha delimitado en su significado. Este invento de los conceptos y de la definición, suele atribuirse a Sócrates, un filósofo ateniense que vivió a fines del siglo V a. C.. Sócrates dedicó gran parte de su vida a la molesta actividad de andar preguntando a los otros “¿qué es esto?” Sobre todo preguntaba a la gente que se suponía que sabía sobre esas cosas o sobre esos temas. Lo que hacía era preguntar al que era entendido en alguna cosa, preguntarle sobre eso en lo que era entendido. Por ejemplo, a un juez le preguntaba qué es la justicia, a un político le preguntaba qué es el gobierno, qué es el poder, a un soldado qué es el valor, en qué consiste la valentía, etc.. A los que se suponía que conocían algo, les preguntaba en busca de las respuestas a estas preguntas. A veces, como el equívoco del lenguaje está presente en todas las actividades, estas personas que se suponía que sabían más sobre algún tema o alguna actividad, incurrían en contradicciones: definían los términos de una manera y después, en el curso posterior del diálogo, los definían de otra o de otras. Cuando las distintas definiciones dentro del mismo discurso se excluyen mutuamente, se anulan la una a la otra. Si primero se dice: -”todas las mesas están hechas de madera”- y después se afirma: -“esta mesa no es de madera, sino de metal”-; las dos definiciones no pueden ser ambas verdaderas. En consecuencia, si se pretende mantener las dos, se anulan mutuamente.
Cuando se incurre en una contradicción, todo lo que se dice se anula por ser incoherente y el que estaba hablando queda en ridículo, porque se hace manifiesto que no sabía lo que decía saber18. Esta es una situación bastante incómoda para cualquiera, y por esta razón, las personas que “saben” tratan de evitar a quienes hacen preguntas molestas o se abstienen de hablar para no quedar en ridículo. Esta actividad incómoda que incomoda, llevó a Sócrates a tener que enfrentar un juicio. El juicio se entabló a raíz de tres acusaciones principales: una era introducir nuevos dioses en la polis, otra era no rendir honores a los dioses y otra era corromper a la juventud a través de sus enseñanzas. En ese juicio, Sócrates fue condenado a muerte y él mismo ejecutó la condena del tribunal bebiendo voluntariamente el veneno que acabó con su vida y negándose a huir para salvar la vida al precio de transgredir la ley. Aplicar la pena por propia mano es lo que corresponde a hombres libres, ya que si un hombre libre reconoce que ha obrado indignamente, lo justo es que él mismo se aplique el castigo.
Para Sócrates, la filosofía no tiene que ver con problemas puramente “teóricos” o especulativos ni con situarse en una posición neutra u “objetiva” frente a la realidad. Por el contrario, piensa que el filósofo (o cualquiera que haya alcanzado algún grado de saber) es en la misma medida de su saber un hombre justo, es decir, alguien que está comprometido con las leyes y con las costumbres (ethos) de su comunidad. Sócrates pensaba que la misma coherencia que hay en los hechos naturales o en los discursos verdaderos, debe regir las acciones de un hombre justo. Por esta razón prefirió morir para cumplir con la sentencia del tribunal que lo había condenado a muerte y no ser incoherente con las leyes de su comunidad sobornando a los guardias y huyendo a otra ciudad.
Sócrates decía que necesitaba dialogar con los otros y hacerles preguntas porque “no sabía”. Insistía una y otra vez en que era la propia ignorancia la que lo había conducido a esa actividad molesta. Aconsejaba, sobre todo a los que se consideran más sabios, ponerse en el lugar del que no sabe. Se llama “ironía” a aquella actitud que cuestiona las verdades más arraigadas desde el no saber e “irónico” al que asume tales actitudes.
La ironía socrática, esta actividad de hacer preguntas desde el lugar del no saber, ha quedado como un ejemplo y como un modelo para toda la filosofía posterior, y desde entonces se ha considerado a la filosofía como algo molesto, como una actividad que incomoda. El mismo Sócrates hablaba de esta incomodidad y se comparaba con un tábano que molesta al buey y no lo deja dormir. Así también Sócrates molestaba a la polis de Atenas, para que no se durmiera, para que no aceptara su forma de vida sin evaluarla, sin cuestionarla. La filosofía es esta actividad que molesta a los ciudadanos de la polis y no los deja dormirse ni dejarse llevar por las costumbres, por los hábitos, por las creencias imperantes. Vuelve a preguntar cada vez: “Vivimos de manera más justa que los otros, pero ¿qué es la justicia?” “Somos más valerosos que aquellos a los que derrotamos en la batalla, pero ¿qué es el valor?” Volvía a preguntar lo que se daba por obvio, lo que se daba por natural, por sabido, por conocido. Sócrates dedicó su vida a esta actividad de hacer preguntas o, por lo menos, a hacer cierto tipo de preguntas, porque no todas las preguntas tienen el mismo efecto “molesto”, no todas las preguntas incomodan de esta manera. El tipo de preguntas que producen ese efecto son, por ejemplo, “¿qué es esto?” o también: “¿por qué es esto?”, o sea, ¿cuál es la causa?, ¿cuál es el motivo? o ¿cuál es la razón? El hacer este tipo de preguntas es una actividad a la que se ha llamado “filosofía”.

 Distinción entre mithos y lógos: el saber de los sofos y la filosofía
El término “filosofía”, es bastante tardío, porque lo comienza a utilizar recién Platón. No se usaba todavía en el tiempo de Sócrates (que es una generación anterior a Platón). Entonces no se hablaba de filósofos ni de filosofía sino de sofistas. Los sofistas eran un tipo de sabios, eran personas que habían desarrollado algún saber en alguna actividad o en algún oficio. Antes de los sofistas, se hablaba del sofos, del “sabio”. El sofos es el sabio en el ámbito mítico-religioso, alguien que tiene un saber que no es propiamente humano sino divino. Según el significado que tenía en tiempos de Platón, el sofos tenía un saber que le era “inspirado” por los dioses. Los poetas son sofos en este sentido, pues lo que dice el poeta no se basa en su propio saber sino en lo que le es “inspirado”, en lo que le “sopla” el dios. El poeta dice lo que el dios le manda decir. En ese sentido la sabiduría de los poetas es tomada como una sabiduría divina.
El saber de los sofos, de los sabios, es anterior a la filosofía: es un saber que podemos llamar mítico o mítico-religioso. Mithos es un término griego que significa “palabra”, “relato”, “cuento”. Los mitos relatan el origen de la realidad o de alguna cosa de la realidad, y siempre ese origen remite a un tiempo originario, a un tiempo primordial en el cual intervinieron los dioses. En el origen de todas las cosas siempre hay algún tipo de intervención divina.
Para los griegos, los dioses no estaban más allá del kosmos o del universo de cosas que existen, sino que eran parte del universo. En su concepción, el kosmos está formado por los dioses, los hombres, los animales, los vegetales y los minerales, es decir, por todos los seres que existen. Los dioses no están en un ámbito más allá del kosmos (no son “trascendentes” al universo) sino que están dentro del kosmos, y de alguna forma conviven con los hombres, incluso se mezclan, se pelean, engañan, envidian, se aman, entre ellos y con los hombres. Hay una comunicación y una circulación entre el ámbito del humano y el ámbito de lo divino. Hay hombres que se divinizan, hay dioses que se vuelven mortales, porque estos ámbitos no están separados, como en la tradición judeo-cristiana, donde ambos niveles son inconmensurables, porque nada de lo creado puede abarcar o contener al Creador. Lo que distingue a los dioses de los hombres en la tradición griega, en cambio, es que los primeros son inmortales y los segundos son mortales. Los dioses inmortales conocen el destino y los mortales lo padecen, o lo conocen padeciendo. No obstante, tanto los dioses como los hombres están sujetos al destino, aunque los inmortales, al conocer el destino pueden evitar ser perjudicados o destruidos por él, en cambio, los mortales siempre acceden tardíamente al conocimiento.
El mito siempre tiene que ver con alguna intervención de los dioses que ha dado origen a alguna realidad, por eso se trata de una explicación que podemos llamar “genética”: cómo algo se ha generado a partir de la intervención del dios. El mito no tenía para los griegos el significado que ha llegado a tener después del siglo XVIII: el de relato falso. Al contrario, el mito es la “palabra verdadera”. Es la palabra que dice cómo verdaderamente son las cosas, y no cómo se nos aparecen. El mito relata cómo algo se ha generado y en ese sentido es real, es la verdadera realidad, no es una fantasía o una alucinación o una ficción, que en definitiva es falsa. La palabra mithos significa, entonces, “palabra verdadera”, es el relato del origen de la verdadera realidad.
También el término griego lógos significa “palabra” y “palabra verdadera”. De lógos, que se suele traducir por “razón”, deriva el término castellano “lógica”. Lógos, al igual que mithos, significa palabra, sólo que es una palabra que tiene otra estructura, porque ya no remite a este origen divino sino que se refiere al orden de las cosas, el orden de la realidad, desde su fundamento. Conociendo el fundamento, se puede también abarcar todo lo que está sostenido sobre ese fundamento. La pretensión del lógos es conocer las cosas como son, conocer la realidad.
La filosofía surgió con la exigencia del conocimiento de la realidad de las cosas tal como son, más allá de lo que parecen ser. El parecer remite a un observador: lo que parece es siempre para mí o para alguien. Por esta razón, siempre hay una multiplicidad de pareceres o de puntos de vista sobre las cosas, pero la realidad es única. Las cosas son tal como son en realidad, independientemente del punto de vista. Si es posible conocer la realidad de las cosas, eso real tiene que ser único y permanente, tiene que ser siempre lo mismo, no puede cambiar, porque de lo contrario, el conocimiento verdadero no sería posible. Con el fin de evitar los equívocos y posibilitar la comunicación, hasta que pueda encontrarse una definición más adecuada, se va a entender por “verdad”, cuando lo que se dice o lo que se afirma se corresponde o coincide con lo que las cosas son en realidad. Cuando lo que se dice no coincide con la realidad, entonces, lo que se dice es falso.
Resta aclarar qué significa “realidad”. Algunos entienden por la realidad lo que puede ser percibido por los sentidos. En esta acepción, la verdad consistirá en que lo que se diga coincida con lo que se percibe por los sentidos. Pero, los antiguos griegos argumentaban que no puede ser real lo que es y no es, lo que a veces parece de una manera y otras veces parece de otra. Sostenían que la realidad tiene que ser permanente, que no puede ser cambiante, porque si la realidad fuese cambiante, entonces, no podría haber verdad. Si alguien dijese: -“esta cosa real tiene esta característica”-, y la cosa nombrada cambiase, lo que se dijo ya no coincidiría con la “cosa”, que dejó de ser la que era, porque cambió. Sólo puede ser conocido verdaderamente lo que es permanente y sólo a eso hay que llamar real o realidad. La consecuencia que se desprende de esto es que aquello que cambia no es real, porque de lo contrario, la realidad sería incognoscible. No puede haber distintos significados que se refieran a la misma realidad. Si hubiere más de uno, sólo uno podría se adecuado a la realidad. A los otros les sobrará algo o les faltará algo, pero no pueden coincidir dos distintos con la cosa tal como es. El color de la rosa puede cambiar porque no es más que una apariencia, el producto de la percepción, pero la rosa es siempre lo mismo. Si variase alguna de sus características ya no se trataría de una rosa sino de alguna otra flor. La “cosa” rosa es siempre lo mismo. La rosa real es siempre la misma aunque cambien las apariencias. Se podrán observar distintos colores, distintas formas, pero la rosa es siempre la rosa. La rosa tiene determinadas características propias independientemente de que yo la conozca o de que la conozca alguien. La pretensión de la filosofía es conocer lo permanente, o sea, lo real, conocer la realidad.
PARA PENSAR
1. ¿Cuál es la función de la pregunta en filosofía?
2. ¿A qué se llama “ironía” socrática?
3. ¿Por qué molestaba Sócrates?
4. ¿Qué es un mito?
5. ¿Qué es el logos?

6. ¿Cuál es la relación entre lógos y mythos?

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