lunes, 1 de noviembre de 2021

La Ética Y la Antropología.


La ética. Filosofía. Sandra Pécora. EES 146
Leamos el capítulo 1 del libro “Ética para Amador” de Fernando Sabater.
DE QUÉ VA LA ÉTICA.
Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo ganarse con él la vi; o de una dietada. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes, pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener idea de astrofísica ni de ebanistería, que a los otros le darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol, pero estás bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas de los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos tan contentos.
Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir un aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o que de una dieta de clavos (¡con perdón de los faquires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos conviene ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posibles. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que algunas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir –todos sin excepción- por la cuenta que nos trae.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras queman, así como el agua puede quitar la sed, pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra –y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad –caiga quien caiga- suele coger manía todo el mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es más probable que se vea con la crisma rota que quien va silbando a su casa. Lo malo y lo bueno tiene en ocasiones apariencia de malo. Vaya jaleo.
Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el video club de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás y otros señalan  que se dediquen aque lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también esta opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacía arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas q a la que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizás la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araña no lo puede remediar…
Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo de ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termita-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termita-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero destruido…pero lo cierran dejando a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?
Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera de pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termita-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y el otro?
Sencillamente, la diferencia estriba en que las termita-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termita- soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizás sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por caradura o quizás le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.
Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Lo animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyenda…; en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que acabamos de hablar. Su programación natural hacía que Héctor sintiese necesidad de protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o peor encontraba en su ciudad de Troya. También era muy natural que considerara con afecto a su mujer Andrómaca –que le proporcionaba compañía placentera- y a su hijito, por el que sentía lazos de apego biológico. Culturalmente, se sentía parte de Troya y compartía con los troyanos la lengua, las costumbres, las tradiciones. Además, desde pequeño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de la ciudad y se le dijo que la cobardía era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo que también estaba bastante programado para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo…
Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más débil; también podría haberse dedicado a la bebida o haber inventado una nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que son hipótesis imposibles, mientras que un castor que fabrique panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente imposible. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con los seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos, que no esté del todo). Podemos decir “sí” o “no”, quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios. 
Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que, me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una solo cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Primera: no somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.).
Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamente imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio, soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre…. aunque me escueza.
En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán: “¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la televisión, si los gobernantes nos engañan y nos manipulan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si además me falta más dinero para comprarme una moto, que es lo que yo quisiera?” En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se están quejando, pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan: “¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de los que nos ocurra…” Pero yo estoy seguro de que nadie –nadie- cree de veras que no es libre, nadie acepta sin más que funciona como un mecanismo inexorable de relojería o como una termita. Uno puede considerar que opta libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en una casa en llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza un tirano) y que es mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere a lo más fácil, es decir, esperar a los bomberos o lamer botas que le pisan a uno el cuello. Pero dentro de las tripas algo insiste en decirnos: “Si tu hubieras querido…”
Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le apliques la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. “¡Para, ya está bien, no me pegues más!”, le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: “¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático.” Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales…
En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, lo hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que, a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. De ello, si tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este libro.

RESPONDER:
1) ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE LA FORMA DE ACTUAR DE LAS TERMITAS Y LAS DE LOS SERES HUMANOS?
2) ¿SON LIBRES LAS TERMITAS? ¿POR QUÉ?
3) ¿SOMOS LIBRES LOS HOMBRES? ¿PARA QUÉ?
4) EXPLICA ESTA FRASE: “ESTAMOS PROGRAMADOS CULTURALMENTE”.
5) ¿QUÉ COSAS LIMITAN NUESTRA LIBERTAD Y POR QUÉ?
6) EXPLICA LA SIGUIENTE IDEA DE ERICH FROMM EN “ÉTICA Y PSICOANÁLISIS”: LA VIDA DEL HOMBRE NO PUEDE “SER VIVIDA” REPITIENDO LOS PATRONES DE SU ESPECIE; ES ÉL MISMO –CADA UNO- QUIEN DEBE VIVIR. EL HOMBRE ES EL ÚNICO ANIMAL QUE PUEDE ESTAR FASTIDIADO, QUE PUEDE ESTAR DISGUSTADO, QUE PUEDE SENTISE EXPULSADO DEL PARAÍSO”.

ÉTICA Y MORAL.
En términos generales la diferencia entre ética y moral debe buscarse en que la primera es un estudio filosófico y científico mientras la moral es puramente práctica; es decir, la ética habla desde la razón y la reflexión filosófica pero la moral se refiere a los actos que realizamos día a día durante nuestra vida.
Si analizamos etimológicamente ambas palabras nos encontramos con que las dos tienen el mismo significado originario:
• "moral" viene del latín "mos" (costumbre)
• "ética" viene del griego "ethos" (costumbre)
Pero actualmente, con la evolución de la lengua, ambos significados se han ido bifurcando para terminar con dos completamente distintos. 

Comenzamos a analizar qué es la moral para entender su diferencia inicial con la ética. Se trata de una serie de principios, valores o normas que son los que rigen nuestro comportamiento. La moral es la que determina nuestras actuaciones y la que nos marca los límites que no queremos pasar. Actualmente, a la moral también se la conoce como "tener principios" y se refiere a, precisamente, ese cuadro de normas propias que seguimos en nuestro día a día para actuar tal y como nosotros creemos que es correcto.
A nivel sociológico, la moral también puede determinar la cultura y forma de vivir de una sociedad o un colectivo de personas. Algunas normas o principios se transmiten entre diferentes generaciones de un mismo grupo de personas que establecen, así, unos principios morales sobre los que crear su sociedad.


Ahora nos centraremos en el significado de ética. Se trata de reflexionar sobre los principios que formarán luego nuestra moral y, por tanto, es la parte filosófica que determinará el comportamiento al que tendremos que someternos para vivir en sociedad de forma pacífica. Es decir, es el pensamiento previo, la parte reflexiva que conforman nuestros actos.
Por ejemplo, los vegetarianos son un tipo de persona que defiende que por sus principios (por su propia ética) no van a comer carne (moral); esos "principios" han surgido de una reflexión previa sobre la situación quedando resultante la conclusión final: no comer carne.

ACTIVIDADES:
1) DIFERENCIA CON TUS PALABRAS ETICA DE MORAL.
2) INVESTIGA Y EXPLICA LA ÉTICA DE LOS FINES DE ARISTÓTELES.
3) INVESTIGA Y EXPLICA LA ÉTICA FORMAL DE KANT.
ANTROPOLOGÍA:
La antropología filosófica es una disciplina de la filosofía cuyo objeto es el ser humano. La palabra antropología proviene del griego anthropos (hombre) y logos (estudio, conocimiento).
La antropología filosófica y la antropología científica comparten el mismo objeto de estudio: el hombre. Pero la filosófica se ocupa del problema del ser humano siguiendo el camino del pensamiento filosófico, es decir, enmarcando las cuestiones relativas al ser humano dentro del conjunto de lo que las cosas son y por su forma de ser. Es decir, estudia la forma de ser humanos a diferencia de otros seres.
EL SER HUMANO EN LA ANTIGÜEDAD, EDAD GRECOLATINA
La cultura grecolatina comprende las civilizaciones griega y romana. En esta cultura la realidad se representa como un cosmos, es decir, un conjunto compuesto por todas las cosas que existen en tanto están ordenadas de manera armónica y bella. Según esta concepción los seres y las cosas no están uno al lado del otro de manera desordenada, sino que componen un conjunto sujeto a poderes o fuerzas naturales que les imprimen un orden. El cosmos está ordenado jerárquicamente, es decir, hay seres más perfectos que otros, hay seres superiores y seres inferiores. Los superiores mandan y los inferiores obedecen.
Las fuerzas que gobiernan el cosmos componen lo que los griegos llaman Destino o Moira. Para ellos todos los seres están subordinados al Destino. La diferencia entre los dioses inmortales y los seres humanos mortales era que los primeros conocían el Destino y los segundos lo padecían.
El cosmos es eterno, no tuvo comienzo ni origen. Ningún ser está más allá del cosmos, que lo incluye todo. El orden cósmico rige sobre todos los seres que lo componen.
Esta representación se dio en los mitos, en el arte, en la religión, pero no hubo un desarrollo sistemático. Los filósofos griegos veían a las personas dentro de un marco más amplio relativo al ser en general. Todos los seres formaban grados de un mismo ser, sujetos al mismo orden, a las mismas leyes del Destino. El ser humano era un modo de ser entre otros seres.
Los seres humanos, además, formaban parte de un orden superior, al que estaban subordinados como individuos y como miembros de una comunidad. Fuera de ese orden dejaban de pertenecer a la raza humana. Por eso era preferible la muerte al destierro: el muerto seguía formando parte de la familia que lo recordaba y se le rendía culto, pero el desterrado al ser excluido de la comunidad también dejaba de formar parte de la humanidad.
En tanto la realidad es concebida en forma monista, el cuerpo es visto en forma dual: alma (psique) y cuerpo (soma). El alma es de naturaleza simple, incorruptible e inmortal y el cuerpo es compuesto, es decir, puede descomponerse y morir.
El alma se asemeja más al ser de los dioses, mientras que el cuerpo se asemeja a los animales.
EL HOMBRE EN LA TRADICIÓN JUDEO-CRISTIANA
La cultura judeo-cristina es otra tradición fundamental que confluye con la grecolatina para construir la cultura occidental moderna.
Para esta tradición, Dios, que es eterno, es decir, no tiene comienzo ni final, ha creado el universo y, dentro de él, a los hombres. Todos los seres creados tuvieron un comienzo y tendrán un fin. El universo fue creado dedos acuerdo con un orden justo que se manifiesta en el equilibrio de las partes, en que cada ser tiene su lugar.
Para los semitas, el alma no es, como para los g riegos, un principio simple e inmortal, independiente del cuerpo, sino que es lao que da aliento de vida, lo que anima al viviente. El alma es inseparable del cuerpo. El que muere es el hombre viviente. Por esta razón, los semitas esperan la resurrección de los muertos, no de las almas. Entonces, no es una visión monista del hombre porque lo concibe como una unidad indisoluble y no como dos principios separables.
Para la tradición judeo cristina, el universo aparece atravesado por dos sentidos opuestos: por un lado, el orden y la justicia con la que Dios creó a todos los seres y la injusticia que los humanos introdujeron al mandato de Dios con su desobediencia. De modo que la realidad es dual porque está atravesada por dos principios distintos y opuestos.
EL SER HUMANO EN LA CULTURA MODERNA OCCIDENTAL.
Lo que caracteriza a la modernidad es la confianza en las capacidades naturales de la razón, de la voluntad y de las fuerzas puramente humanas para orientar la convivencia social y resolver sus conflictos.
-Dualismo cartesiano: Descartes introdujo una pregunta relevante para la Antropología filosófica: pienso, luego existo, pero ¿qué soy? Y respondió: “Yo no soy, pues, hablando con precisión, más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, que son términos cuyo significado antes era desconocido. “El cuerpo es algo exterior al pensante. ¿cuál sería la relación entre alma y cuerpo? El alma tiene un cuerpo al que conduce como el piloto a un barco. Lo llamamos dualismo porque se concibe al hombre como la unión de dos sustancias. Este dualismo ha influido en la tradición occidental al conducir a una sobrevaloración de la razón y de la conciencia en contraposición a lo corporal, a lo sensible, a lo afectivo y a lo pasional. La conciencia resultó algo valioso y el cuerpo resultó despreciado y reprimido.
-Hobbes, el hombre lobo del hombre: el cuerpo humano es motivado por un principio hedonista, que consiste en la búsqueda del placer y huida del dolor. Como los recursos naturales necesarios para la subsistencia son escasos, lo cual lleva, según él, a que cada hombre sea potencialmente un enemigo para los demás. El enfrentamiento por la supervivencia deriva en un estado de guerra universal de todos contra todos.

-Los hombres como libre e iguales: tanto para Locke como para Rousseau los seres humanos somos iguales en derechos y naturalmente libres. Rousseau piensa que por más depravada o corrupta sea una persona, siempre conserva un resto de conciencia que le ordena respetar la libertad de los otros. Lo que diferencia al ser humano de los animales no es la razón o entendimiento, sino la libertad, que es hacer lo que se desea siempre y cuando no impida a los otros seres libres hacer otro tanto. En esta concepción la libertad y el deseo se contraponen, la libertad es la voluntad de decidir y actúa independiente de los deseos. El hombre es el único animal que puede obrar independientemente de los instintos naturales. La condición para que todos sean libres es que todos estén igualmente obligados a respetar la libertad de los otros y esto es a través de la ley.
ACTIVIDAD:
1) ¿Qué DIFERENCIAS ENCUENTRAS ENTRE LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO GRECO-LATINO Y EL JUDEO CRISTIANO?
2) ¿EXPLICA LOS CONCEPTOS DE KOSMOS Y DE DESTINO EN EL MUNDO GRECO-LATINO?
3) EXPLICA LA DIFERENCIA ENTRE LOS TRES AUTORES MODENOS PRESENTADOS: ¿DESCARTES, HOBBES, LOCKE Y ROSSEAU?
4) RELACIONA LA VISIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA MODERNIDAD CON EL TEXTO DE ÉTICA DE FERNANDO SAVATER.