ASOMBRO: el primer asombro que recibimos en la vida es la muerte. Cuando uno toma conciencia de la muerte empieza a filosofar. Primero asistimos a la muerte de los otros, ya sea de forma potencial -por ejemplo pensar que pueden morir nuestros padres- o efectiva -cuando muere alguien cercano a nosotros.
Pero cuando se plantea en nuestra conciencia la muerte propia se convierte en algo "personal", allí es donde se produce el origen de la filosofía en cada uno de nosotros.
Esto marca una diferencia entre "repetir" y "pensar". Repetir es una actividad de alguna manera externa. No se arraiga en nuestra parte profunda. Pensar es hijo de la reflexión.
Para pensar:
UNO EMPIEZA A PENSAR LA VIDA CUANDO SE DA POR MUERTO.
La conciencia de la muerte nos convierte en vivientes. La certidumbre personal de la muerte nos humaniza, es decir, nos convierte en verdaderos humanos, en "mortales". Entre los griegos "humano" y "mortal" se decía con la misma palabra.
Las plantas y los animales no son mortales, porque no saben que van a morir, no saben que tienen que morir. Se mueren pero sin conocer nunca su vinculación individual, la de cada uno de ellos con la muerte.
Si la muerte no existiera habría mucho que ver y mucho tiempo para verlo pero muy poco que hacer y nada que pensar...no habría misterio.
Otro asombro es haber nacido.
¿por qué hay algo pudiendo no haber nada?
Ante estos interrogantes hay dos opciones:
- cierro todo y me voy a dormir la siesta.
- me angustio.
ANGUSTIA: es otro de los orígenes de la filosofía. La angustia no como simple tristeza sino como perplejidad ante lo inmenso: no decido ni mi nacimiento ni mi muerte.
DUDA: surge luego de comenzar a tomar conciencia del conocimiento ¿será verdad? ¿qué es la verdad? ¿conozco o creo conocer? ¿hay un afuera de mi mismo?
SITUACIÓN LÍMITE: Estamos siempre en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si éstas no se aprovechan, no vuelven más. Puedo trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes, aún cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere decirse que son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites es, después del asombro y de la duda, el origen, más profundo aún, de la filosofía. En la vida corriente huímos frecuentemente ante ellas cerrando los ojos y haciendo como si no existieran. Olvidamos que tenemos que morir, olvidamos nuestro ser culpables y nuestro estar entregados al acaso. Entonces sólo tenemos que habérnoslas con las situaciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y a las que reaccionamos actuando según planes en el mundo, impulsados por nuestros intereses vitales. A las situaciones límites reaccionamos, en cambio, ya velándolas, ya, cuando nos damos cuenta realmente de ellas, con la desesperación y la reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser.
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